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Y si tenes un presidente pelotudo que podes esperar: Brasil

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Por qué el colapso sanitario de Brasil no moviliza al mundo como el de la India Pág. 16 (LaNación)


La solidaridad global con el país asiático no se replicó debido en buena medida al destrato de Bolsonaro a la comunidad internacional y las múltiples crisis diplomáticas de su gobierno

Por Terrence Mccoy
Traducción de Jaime Arrambide

Fernando Souza/dpa
Simpatizantes de Bolsonaro marcharon ayer en varias ciudades, entre ellas Río de Janeiro

RÍO DE JANEIRO.– Dos países en desarrollo, ambos con inmensa población y territorio, son presa de un brote devastador de coronavirus: hospitales sin suministros, pacientes rechazados por falta de camas, circulación de nuevas variantes por todas partes. La necesidad de ayuda internacional es desesperante.

Al llamado de la India, que bate récords de nuevos contagios, el mundo respondió. Esta semana, la Casa Blanca anunció a viva voz el envío a la India de más de 100 millones de dólares en suministros médicos. Singapur y Tailandia mandaron oxígeno, y el primer ministro Boris Johnson dijo que Gran Bretaña hará “todo lo que pueda”.

Pero a Brasil, que apenas en los últimos dos meses enterró a 140.000 víctimas de Covid-19, la comunidad internacional le respondió más bien con el silencio.

En marzo, el presidente Jair Bolsonaro hizo un pedido de ayuda a las organizaciones internacionales. Un grupo de gobernadores de los estados brasileños solicitaron “ayuda humanitaria” a las Naciones Unidas. Y hace dos semanas el embajador de Brasil ante la Unión Europea (UE) imploró por ayuda. “En Brasil estamos corriendo una carrera contra el tiempo para salvar miles de vidas”, dijo el diplomático.

Esos pedidos chocaron mayormente con indiferencia, con reproches y críticas por el desmanejo que hizo Brasil de la pandemia, pero, hasta el momento, de ayuda poco y nada. “Lo que está pasando en Brasil es una tragedia que pudo evitarse”, le respondió este mes un parlamentario europeo al embajador brasileño, durante una audiencia. “Pero esa tragedia es fruto de decisiones políticas equivocadas”.

En su alocución, otro parlamentario europeo dijo que “en vez de declararle la guerra al coronavirus, Bolsonaro les declaró la guerra a la ciencia, a la medicina, al sentido común y a la vida”.

Desde el martes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, tuiteó tres veces sobre la ayuda que necesita la India. Pero nada parece haber dicho de Brasil.

El contraste entre el modo en que la comunidad internacional respondió a la crisis de la India y a la de Brasil muestra hasta qué punto los crecientes problemas diplomáticos de Brasilia complicaron la respuesta del país a la crisis sanitaria. La imagen que Brasil tardó tantos años en cimentar –un país amistoso, multilateral, con agenda ambientalista– retrocedió décadas por un presidente que se ocupó de insultar a gran parte del mundo, y justo cuando más ayuda se necesita.

Acusaciones

Bolsonaro, un nacionalista de ultraderecha que llegó al poder despotricando contra la globalización, acusó de colonialismo y deforestación ilegal a los países europeos de orientación ambientalista.

El mandatario viralizó un posteo de las redes sociales que se burlaba del aspecto de la esposa del presidente de Francia, Emmanuel Macron, se hizo eco de las infundadas acusaciones de fraude electoral de Donald Trump, y fue el último mandatario del G-20 en reconocer la victoria del presidente Joe Biden en Estados Unidos.

Durante meses, los miembros de su administración y sus seguidores fogonearon ataques racistas contra China y se burlaron de su vacuna.

Desde el comienzo de la pandemia, el gobierno federal minimizó la gravedad de un patógeno que sigue trastocando las vidas de los 210 millones de brasileños. Bolsonaro siempre le pidió a la gente que siguiera haciendo su vida con normalidad, y lo escucharon suficientes brasileños –ya sea por pobreza, afinidad política o cansancio–, como para socavar las desparejas medidas para frenar la pandemia.

Más de 406.400 brasileños murieron a causa del Covid-19, el peor desastre humanitario en la historia del país y el segundo mayor número de víctimas del mundo, solo detrás de Estados Unidos (576.606).

Cuando se le preguntó por qué Estados Unidos no salió en ayuda de Brasil con la misma urgencia que mostró con la India, un vocero del Departamento de Estado proporcionó una lista de ayuda por más de 20 millones de dólares.

El vocero señaló otros 75 millones “de apoyo del sector privado”. Esa ayuda, mayormente enviada cuando gobernaba Trump, incluyó 1000 respiradores y dos millones de pastillas de hidroxicloroquina.

Otros países también contribuyeron. Cuando colapsó el sistema de salud en Manaos, Alemania envió respiradores. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya empezó a enviar vacunas a través del programa internacional Covax.

La UE y sus países miembros desembolsaron unos 28 millones de dólares en subvenciones desde el inicio de la pandemia, según un vocero del bloque. En marzo, en respuesta a un pedido de Brasil, el bloque ayudó a enviar “80.000 unidades de medicamentos”.

Pero la falta de más ayuda internacional y hasta de manifestaciones de solidaridad durante los meses de mayor desesperación confirmaron lo que muchos brasileños temen: que Brasil pagaría un alto precio internacional por la política exterior confrontativa de Bolsonaro y su desdén por las medidas contra el coronavirus sobre las que hay consenso entre los líderes mundiales.

“El país perdió influencia en muchos niveles”, dice Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas, en San Pablo.

Brasil nunca fue un país problemático para el mundo. Inmenso, desigual y en desarrollo, Brasil siempre siguió lo que Stuenkel describe como una política exterior “predecible”, dependiente de la construcción de alianzas. Año tras año, venía intentando ampliar el alcance de su cuerpo diplomático, uno de los más importantes del mundo en desarrollo. Ir en contra de esa historia y esa tradición era una apuesta que Brasil no podía permitirse.

“Estados Unidos pudo salir adelante con un Trump porque no necesita tanto del resto del mundo”, dice Stuenkel. “Puede producir sus propias vacunas. Pero esa actitud de parte de Brasil es sumamente imprudente, porque es un país que depende de la comunidad internacional. No tenemos poder duro: necesitamos el multilateralismo”.

La administración de Bolsonaro, en cambio, socavó la fe en China y sus vacunas, mientras Brasil dependía de China para los insumos de fabricación de las vacunas. En abril pasado, el exministro de Educación de Bolsonaro Abraham Weintraub tuiteó un mensaje racista, que mereció una airada respuesta de China y de la Corte Suprema de Brasil. El hijo del presidente y congresista Eduardo Bolsonaro culpó a Pekín por la pandemia y luego la acusó de usar el 5G como arma de espionaje.

El gobierno chino advirtió que, de continuar, esa retórica tendría “consecuencias negativas”. En enero, el envío de China a Brasil de los suministros para las vacunas se retrasó mucho, generando especulaciones sobre las “consecuencias” que efectivamente habían tenido las ofensas del gobierno.

Esta semana, justo cuando las autoridades de salud de Brasil salieron a rechazar la vacuna rusa Sputnik V, el ministro de Economía, Paulo Guedes, atacó la vacuna china que sí aplica Brasil. “Los chinos inventaron el virus –dijo–. Y su vacuna es menos eficaz que la estadounidense”. El embajador chino, Yang Wanming, retrucó sin perder el tiempo: “Por ahora, China es el principal proveedor de vacunas y materiales de Brasil”.

406.437

Muertos

14.725.975

Infectados

LG



Así como en su momento supieron marchar juntos contra la dictadura militar a comienzos de los años 80, Lula da Silva y Fernando Henrique Cardoso dejaron atrás décadas de desencuentros, peleas y desconfianza, para embarcarse en una misma dirección con rumbo a las elecciones de 2022 y con un objetivo en común: desalojar a Jair Bolsonaro del Palacio del Planalto.

https://www.perfil.com/noticias/internacional/brasil-lula-y-fhc-agitaron-la-campana-para-2022.phtml

otro con el boleto picado

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