La definición amplia de fuga de capitales dice que son los fondos de residentes locales de origen ilícito y también legal convertido en moneda extranjera que se encuentran en el exterior, sumando las divisas que circulan en el país en el circuito económico formal e informal. Argentina tiene un papel destacado a nivel mundial en variados escenarios. Hoy la argentinidad al palo tiene para exagerar al Papa, la reina de Holanda y al mejor jugador de fútbol del mundo. La lista es abundante de símbolos, personajes o acontecimientos que sirven para fortalecer esa desmesura sobre los puestos privilegiados en la consideración internacional. Además de los culturales, deportivos, turísticos, científicos y de otras disciplinas, Argentina compite por los primeros lugares en el campeonato mundial de fuga de capitales. Todos los países, los denominados emergentes y las viejas y nuevas potencias, registran montos crecientes de fuga de capitales. No hay excepción a partir del despliegue hegemónico de la globalización financiera con decenas de paraísos fiscales, cuya denominación precisa es guaridas o, en términos académicos, “jurisdicciones del secreto fiscal”. Billones de dólares circulan fuera de las normas de control financiero e impositivo de las autoridades nacionales. La cantidad de dólares fugados es inmensa, y es más en los países con economías más grandes. Por ese motivo un indicador para medir la magnitud de la fuga es comparar el monto fugado con la dimensión del Producto. De esa forma se puede evaluar su densidad y profundidad. Entre los países en desarrollo, Argentina ocupa los primeros lugares. Esto significa que otros países de la región, como Brasil, Venezuela y México, tienen stock más elevado de capitales fugados de sus fronteras, pero en proporción a su economía, Argentina es líder.
En valores absolutos, Argentina ocupa el cuarto lugar en el ranking latinoamericano de fuga de capitales por países, y el octavo entre el total de los denominados países emergentes, ubicándose por encima China, Rusia, Corea y Kuwait. Este orden fue definido a partir de una estimación correspondiente a 2010 realizada por James S. Henry, de Tax Justice Network, en “The price of offshore revisited”. Este material está incluido en un documento presentado hace dos jueves, en Londres, en City University “Argentina: Fuga de capitales (2002-2012)” de los investigadores Jorge Gaggero, Magdalena Rúa y Alejandro Gaggero. Afirman que si bien Argentina ocupa el cuarto lugar en América latina y el octavo incluyendo a otros países, si se considera la relación riqueza offshore/PIB (2010), un indicador más preciso para evaluar la dimensión relativa del fenómeno entre diversos países, la Argentina ocupa con comodidad –junto con Venezuela– el primer puesto en el ranking nacional de la fuga de capitales de ese lote de países.
Gaggero, Rúa & Gaggero precisaron que la relación riqueza offshore/PIB de Argentina, algo superior a 1, casi cuadriplica la de Brasil (casi 0,25) y es dos veces y media más elevada que la de México (cerca de 0,40). Explican que entre los países, mencionados como del “Sur del mundo”, Argentina constituye un caso nacional en el que la fuga de capitales se ha presentado tempranamente, en términos históricos, y de un modo especialmente persistente y perverso, de acuerdo con su impacto económico-social. La dolarización de ahorros, o sea la fuga de la moneda doméstica, son comportamientos muy perturbadores de la estabilidad económica y financiera. Como consecuencia de cuatro décadas de persistente flujo de recursos hacia el exterior, las más recientes mediciones del stock de riqueza offshore argentino supone, relacionado con la magnitud de su PIB, un record en América latina, que lo ubica en los primeros puestos del ranking global.
El monto total de capitales fugados suma unos 200 mil millones de dólares, según la estimación oficial, o de unos 400 mil millones, de acuerdo con el cálculo realizado por James S. Henry, de TJN. Si bien la diferencia es notable entre esas dos series estadísticas sobre la evolución de las tenencias de activos externos (Indec y TJN), no es así la tendencia que muestran ambas, al coincidir en la de los últimos 20 años (1991-2011): la variación del stock aumentó entre puntas cerca del 300 por ciento en términos nominales en las dos estimaciones. Ni una ni otra es incorrecta, sino que tienen diferentes metodologías para alcanzar la suma total de la fuga. Mientras que James S. Henry utiliza el “Método Residual de la Balanza de Pagos” (o “Modelo Residual del Banco Mundial”) para calcular los flujos de riqueza no registrada, la “Posición de Inversión Internacional” que elabora el Indec calcula los activos y pasivos externos basándose en relevamientos y encuestas en el exterior. El primer método logra capturar además el movimiento de capitales ilícitos provenientes de la evasión y elusión tributaria, a lo que agrega los rendimientos que generan año a año esos capitales offshore. Esto explica la divergencia entre uno y otro monto.
La troika de investigadores menciona que “las autoridades económicas de Argentina se atienen a la estimación oficial de alrededor de 200.000 millones de dólares (2012) para valuar el total de los stocks de riqueza offshore pero, a la vez, dejan abierta la posibilidad de que el valor total de la misma sea mucho mayor, e incluso han deslizado la cifra alternativa de 400.000 millones coincidente con las estimaciones de James Henry para el año 2010 y divulgadas en julio de 2012”. Las estadísticas de flujos elaboradas por las autoridades argentinas no incluyen buena parte de la fuga ilícita de capitales, y los cálculos de Henry tendrían la virtud de abarcar un más amplio espectro de los volúmenes fugados y acumulados en tenencias offshore.
De esa forma se puede precisar un aspecto relevante de la fuga. Gran parte de esos fondos son fruto de capitales no declarados. Incluso analizando el stock de capitales fugados obtenido con los datos del Indec correspondientes a 2010 (175.024 millones de dólares) en relación al stock de activos situados en el exterior declarados de unos 14.370 millones de dólares por los contribuyentes a través de sus Declaraciones Juradas del Impuesto sobre los Bienes Personales –publicado en el Anuario de Estadísticas Tributarias de AFIP, año 2011, período fiscal 2010–, “podemos concluir que los residentes argentinos sólo han declarado alrededor de una décima parte del total de activos que calcula el Indec”, afirman Gaggero, Rúa & Gaggero.
En su investigación explican que el ahorro en dólares por parte de las clases medias y altas se expandió fuertemente a partir de la década del ’70, facilitado porque la última dictadura militar reformó el sistema financiero, eliminando las regulaciones previas y habilitando la compra de divisas como inversión. Este proceso se vio alimentado, además, por un profundo deterioro de la situación macroeconómica en las décadas siguientes. Esto favoreció que la extensión de la práctica del ahorro en dólares, originalmente limitado a una minoría de la elite económica, alcanzara a amplios sectores de la población durante las décadas del ’80 y ’90. “En los sectores medios se hizo común que esto se hiciera por fuera del sistema financiero, debido a la pérdida de confianza de la población en los bancos, en especial, a partir de las crisis de 1989-1990 y 2001-2002”, indican.
Este comportamiento de sectores medios y altos con capacidad de ahorro quedó en evidencia en la larga corrida cambiaria 2007-2011. En esa investigación se presenta un cuadro de la demanda de dólares por parte de personas físicas y jurídicas en ese período. Del total de compradores de dólares, en 2007 el 65 por ciento fue por montos superiores a 20 mil dólares, con picos de 68 por ciento en 2008 (la mitad compró más de 100 mil dólares), para luego ubicarse en 56 por ciento en 2009, 53 por ciento en 2010 y el 54 por ciento en 2011. Esa minoría intensa e influyente es la que está muy irritada porque no puede comprar dólares con la regulación de la cuenta capital pero, como se revela en el trabajo de estos investigadores, casi todo ese capital no está declarado al fisco, al que ahora se le abrió la ventana para ingresar en el circuito formal con el blanqueo.
azaiat@pagina12.com.ar
En valores absolutos, Argentina ocupa el cuarto lugar en el ranking latinoamericano de fuga de capitales por países, y el octavo entre el total de los denominados países emergentes, ubicándose por encima China, Rusia, Corea y Kuwait. Este orden fue definido a partir de una estimación correspondiente a 2010 realizada por James S. Henry, de Tax Justice Network, en “The price of offshore revisited”. Este material está incluido en un documento presentado hace dos jueves, en Londres, en City University “Argentina: Fuga de capitales (2002-2012)” de los investigadores Jorge Gaggero, Magdalena Rúa y Alejandro Gaggero. Afirman que si bien Argentina ocupa el cuarto lugar en América latina y el octavo incluyendo a otros países, si se considera la relación riqueza offshore/PIB (2010), un indicador más preciso para evaluar la dimensión relativa del fenómeno entre diversos países, la Argentina ocupa con comodidad –junto con Venezuela– el primer puesto en el ranking nacional de la fuga de capitales de ese lote de países.
Gaggero, Rúa & Gaggero precisaron que la relación riqueza offshore/PIB de Argentina, algo superior a 1, casi cuadriplica la de Brasil (casi 0,25) y es dos veces y media más elevada que la de México (cerca de 0,40). Explican que entre los países, mencionados como del “Sur del mundo”, Argentina constituye un caso nacional en el que la fuga de capitales se ha presentado tempranamente, en términos históricos, y de un modo especialmente persistente y perverso, de acuerdo con su impacto económico-social. La dolarización de ahorros, o sea la fuga de la moneda doméstica, son comportamientos muy perturbadores de la estabilidad económica y financiera. Como consecuencia de cuatro décadas de persistente flujo de recursos hacia el exterior, las más recientes mediciones del stock de riqueza offshore argentino supone, relacionado con la magnitud de su PIB, un record en América latina, que lo ubica en los primeros puestos del ranking global.
El monto total de capitales fugados suma unos 200 mil millones de dólares, según la estimación oficial, o de unos 400 mil millones, de acuerdo con el cálculo realizado por James S. Henry, de TJN. Si bien la diferencia es notable entre esas dos series estadísticas sobre la evolución de las tenencias de activos externos (Indec y TJN), no es así la tendencia que muestran ambas, al coincidir en la de los últimos 20 años (1991-2011): la variación del stock aumentó entre puntas cerca del 300 por ciento en términos nominales en las dos estimaciones. Ni una ni otra es incorrecta, sino que tienen diferentes metodologías para alcanzar la suma total de la fuga. Mientras que James S. Henry utiliza el “Método Residual de la Balanza de Pagos” (o “Modelo Residual del Banco Mundial”) para calcular los flujos de riqueza no registrada, la “Posición de Inversión Internacional” que elabora el Indec calcula los activos y pasivos externos basándose en relevamientos y encuestas en el exterior. El primer método logra capturar además el movimiento de capitales ilícitos provenientes de la evasión y elusión tributaria, a lo que agrega los rendimientos que generan año a año esos capitales offshore. Esto explica la divergencia entre uno y otro monto.
La troika de investigadores menciona que “las autoridades económicas de Argentina se atienen a la estimación oficial de alrededor de 200.000 millones de dólares (2012) para valuar el total de los stocks de riqueza offshore pero, a la vez, dejan abierta la posibilidad de que el valor total de la misma sea mucho mayor, e incluso han deslizado la cifra alternativa de 400.000 millones coincidente con las estimaciones de James Henry para el año 2010 y divulgadas en julio de 2012”. Las estadísticas de flujos elaboradas por las autoridades argentinas no incluyen buena parte de la fuga ilícita de capitales, y los cálculos de Henry tendrían la virtud de abarcar un más amplio espectro de los volúmenes fugados y acumulados en tenencias offshore.
De esa forma se puede precisar un aspecto relevante de la fuga. Gran parte de esos fondos son fruto de capitales no declarados. Incluso analizando el stock de capitales fugados obtenido con los datos del Indec correspondientes a 2010 (175.024 millones de dólares) en relación al stock de activos situados en el exterior declarados de unos 14.370 millones de dólares por los contribuyentes a través de sus Declaraciones Juradas del Impuesto sobre los Bienes Personales –publicado en el Anuario de Estadísticas Tributarias de AFIP, año 2011, período fiscal 2010–, “podemos concluir que los residentes argentinos sólo han declarado alrededor de una décima parte del total de activos que calcula el Indec”, afirman Gaggero, Rúa & Gaggero.
En su investigación explican que el ahorro en dólares por parte de las clases medias y altas se expandió fuertemente a partir de la década del ’70, facilitado porque la última dictadura militar reformó el sistema financiero, eliminando las regulaciones previas y habilitando la compra de divisas como inversión. Este proceso se vio alimentado, además, por un profundo deterioro de la situación macroeconómica en las décadas siguientes. Esto favoreció que la extensión de la práctica del ahorro en dólares, originalmente limitado a una minoría de la elite económica, alcanzara a amplios sectores de la población durante las décadas del ’80 y ’90. “En los sectores medios se hizo común que esto se hiciera por fuera del sistema financiero, debido a la pérdida de confianza de la población en los bancos, en especial, a partir de las crisis de 1989-1990 y 2001-2002”, indican.
Este comportamiento de sectores medios y altos con capacidad de ahorro quedó en evidencia en la larga corrida cambiaria 2007-2011. En esa investigación se presenta un cuadro de la demanda de dólares por parte de personas físicas y jurídicas en ese período. Del total de compradores de dólares, en 2007 el 65 por ciento fue por montos superiores a 20 mil dólares, con picos de 68 por ciento en 2008 (la mitad compró más de 100 mil dólares), para luego ubicarse en 56 por ciento en 2009, 53 por ciento en 2010 y el 54 por ciento en 2011. Esa minoría intensa e influyente es la que está muy irritada porque no puede comprar dólares con la regulación de la cuenta capital pero, como se revela en el trabajo de estos investigadores, casi todo ese capital no está declarado al fisco, al que ahora se le abrió la ventana para ingresar en el circuito formal con el blanqueo.
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