Por Javier Preciado Patiño
“Prefiero no salir, pibe”. Así contestaba el precandidato a gobernador en Santa Fe, Eduardo Buzzi, en la mañana del lunes 20 de abril, cuando un periodista lo contactó para hacerle una nota por su performance electoral.
Es que el resultado no podría haber sido peor. Eligió para hacer política el partido que no llegó a juntar el 7% de preferencias en las PASO y encima perdió la interna contra su rival en la interna.
Los 51.957 votos que lo eligieron para gobierne la provincia, sobre un total de 1,5 millones emitidos, resultaron el certificado de defunción para su sueño de desembarco en la política grande.
¿Quién no conocía al ex presidente de la Federación Agraria en esa provincia? Proyectado al estrellado mediático a partir del conflicto de la 125, Buzzi se cansó de transitar estudios de televisión, acumulando horas de vuelo frente a los micrófonos de los periodistas, en los años siguientes. Hábil para tirar títulos en las notas que daba, terminó convertido más en un férreo opositor al gobierno nacional que en un dirigente gremial del ruralismo.
La primera cachetada la recibió de quien se suponía iba a ser su delfín al frente de la FAA, Omar Príncipe, quien no dudó un minuto en dar por tierra con la política de rechazo al diálogo con el gobierno nacional. La segunda se la propinó el Lole Reutemann, al cerrar con Macri su alineamiento político. Tal vez el ex federado soñaba con el espaldarazo de este peso pesado del peronismo santafesino para proyectar sus ambiciones. Ese día Buzzi se sacó y dijo que al senador lo único que le interesaba era no ir preso y que estaba en el ocaso de su carrera. El domingo 19 de abril, Reutemann celebraba con Macri y Del Sel haberle ganado, aunque por poca diferencia, al frente socialista radical.
De todas maneras Buzzi sabía que ir por la gobernación era simbólico. Que no le iban a terminar dando los números, pero que por los servicios prestados podría ser recompensado con una función pública en un hipotético gobierno del ex intendente de Tigre. Lo que no estaba en los planes era perder la interna y quedar con tan magro caudal de votos.
Se dice en los corrillos del gremialismo que en la previa a las PASO el ex federado tramaba un plan para volver a conducir los destinos de su querida entidad, aplicando un plan de desgaste a la gestión de Príncipe. Como plan C estaba la posibilidad de ir por una diputación nacional en las elecciones de octubre, previendo que su líder no alcanzara el Sillón de Rivadavia. No vaya a ser cosa de terminar en el llano.
Con el altísimo grado de conocimiento en la opinión pública pero apenas 50.000 votos en su haber, ¿cuál es la ambulancia que lo va a recoger para darle asistencia? ¿Tal vez Perotti necesite sumar ese número para dar batalla en una elección polarizada?
Hoy por hoy, la única conclusión es que pasar del gremialismo rural a la política partidaria no es soplar y hacer botella. Ya lo comprobó el propio Mario Llambías, cuando salió a pelear una diputación por Buenos Aires bajo el paraguas de la Coalición Cívica en 2011.
De todos modos siempre hay una esperanza. En su J.B. Molina natal, Buzzi logró imponerse como candidato a gobernador al Frente Progresista y el PRO. Y eso que nadie es profeta en su tierra.