Oyarbide es un juez menemista a ultranza, designado, protegido e instrumento de lo peor de la Federal: manejo de prostíbulos, coimas, aprietes en la city, etc. En 1997, le pedí juicio político por cohecho agravado en un expediente donde estaba comprobado que Garbellano pedía coimas a nombre del juez. Fue tal el escándalo que logramos que la Cámara de Diputados lo acusara por unanimidad y me designaran acusadora ante el Senado, pero la influencia decisiva del entonces senador Corach, ex ministro del Interior, en los medios hizo que ningún periodista o canal siguiera el proceso ante el Senado. Hay que entender que los funcionarios a cargo de la seguridad recibían una porción de dinero de la recaudación de la Federal. En ese tiempo era un comisario de apellido Rosa, al que el senador Pichetto defendía con uñas y dientes. Cuando me enfrenté con Oyarbide en el Senado, sin que ningún senador asistiera (oficialista u opositor), Oyarbide con un rosario en la mano me aseguraba que confiaba en Dios y que iba a ser absuelto. En realidad no se trataba de Dios, sino de Corach, que logró que todo el PJ lo protegiera para que éste no lo delatara. Ahora La Cámpora paró la avanzada porque si Oyarbide habla, caen todos.
A tal punto que el señor juez, con el que tengo una enemistad manifiesta, se motorizaba hace un tiempo en un auto concedido por el ex ministro Aníbal Fernández.
Ojalá que San Miguel Arcángel lo haga hablar.
La señora Kirchner es cómplice absoluta porque en el 97 despotricaba contra Oyarbide. Pero cuando empezó a darles impunidad por el enriquecimiento ilícito, obvio, lo protegió, tanto como su marido.
Hoy no tengo interés en sumarme a la lista de acusadores y lo que me maravilla ¡es que haya tantos! Gracias a Dios dejo de ser denunciante y miro riéndome, como en “Sodoma y Gomorra”, todos terminan embarrándose. Esto me da tiempo para pensar en la reconstrucción de la Argentina, cuando los delincuentes uno a uno caerán al precipicio de sus propias inconductas. Es cierto que el Senado usó la caída de las Torres Gemelas para absolverlo de culpa y cargo, pero también en cierto que en ese tiempo ni políticos ni periodistas querían ocuparse ni entrometerse con la Federal y Corach, salvo una honorable excepción: Daniel Santoro (periodista). Triste papel el de los chicos de La Cámpora, teniendo que defender a un ostentoso delincuente impune; que sus conciencias se lo demanden. Seguramente, Greppi tiene mucho que esconder y que lavar. Y está bien que llore Zannini, porque se abrió un agujero grande profundo en sus negocios oscuros. Es gracioso. En el kirchnerismo, lloran en público y roban en privado.
A tal punto que el señor juez, con el que tengo una enemistad manifiesta, se motorizaba hace un tiempo en un auto concedido por el ex ministro Aníbal Fernández.
Ojalá que San Miguel Arcángel lo haga hablar.
La señora Kirchner es cómplice absoluta porque en el 97 despotricaba contra Oyarbide. Pero cuando empezó a darles impunidad por el enriquecimiento ilícito, obvio, lo protegió, tanto como su marido.
Hoy no tengo interés en sumarme a la lista de acusadores y lo que me maravilla ¡es que haya tantos! Gracias a Dios dejo de ser denunciante y miro riéndome, como en “Sodoma y Gomorra”, todos terminan embarrándose. Esto me da tiempo para pensar en la reconstrucción de la Argentina, cuando los delincuentes uno a uno caerán al precipicio de sus propias inconductas. Es cierto que el Senado usó la caída de las Torres Gemelas para absolverlo de culpa y cargo, pero también en cierto que en ese tiempo ni políticos ni periodistas querían ocuparse ni entrometerse con la Federal y Corach, salvo una honorable excepción: Daniel Santoro (periodista). Triste papel el de los chicos de La Cámpora, teniendo que defender a un ostentoso delincuente impune; que sus conciencias se lo demanden. Seguramente, Greppi tiene mucho que esconder y que lavar. Y está bien que llore Zannini, porque se abrió un agujero grande profundo en sus negocios oscuros. Es gracioso. En el kirchnerismo, lloran en público y roban en privado.