En forma paralela al salto que dio la creación de empleo genuino a partir de 2003, surge otra cifra que refleja el rol protagónico que adquirieron los sindicatos en el país: se crearon 60 organizaciones por año desde que el kirchnerismo está el poder.
En la Argentina hay 1636 gremios con personería y 1623 con simple inscripción. De 2003 a 2014 se conformaron más de 650 organizaciones, según registros del Ministerio de Trabajo. Los números ubican al país entre los de mayor tasa de sindicalización, con 37%, aproximadamente.
Detrás de la fría estadística, el aumento del poderío sindical está estrechamente vinculado con tres razones principales: la creación de 6.000.000 de puestos de trabajo declarados en el sistema de seguridad social durante los últimos 12 años; la revitalización de las negociaciones colectivas, que requieren de cierta fortaleza y unidad para reclamar mejoras salariales frente a los empresarios, y los interrogantes que pesan sobre el modelo sindical tradicional, lo que derivó en una mayor atomización y en el surgimiento de gremios con simple inscripción.
La radiografía sindical no debería pasar inadvertida para el futuro gobierno. Mucho menos cuando Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, los tres principales candidatos a reemplazar a Cristina Kirchner, sugirieron ligeramente que podrían activar en 2016 un suerte de gran acuerdo social, con empresarios y gremialistas, para debatir sobre precios, salarios y otras cuestiones vinculadas con la economía.
Especialistas en reposicionamientos y en advertir tiempos complicados, los sindicalistas huelen una crisis. Tal vez por eso, gremialistas de jerarquía de las tres vertientes de la CGT apuran desde hace semanas las negociaciones para reunificar la central obrera. A los tres sectores los amontonan preocupaciones comunes: proyectan en el corto plazo un escenario de ajustes, devaluación, suba de tarifas y caída del empleo.
En la Argentina hay 1636 gremios con personería y 1623 con simple inscripción. De 2003 a 2014 se conformaron más de 650 organizaciones, según registros del Ministerio de Trabajo. Los números ubican al país entre los de mayor tasa de sindicalización, con 37%, aproximadamente.
Detrás de la fría estadística, el aumento del poderío sindical está estrechamente vinculado con tres razones principales: la creación de 6.000.000 de puestos de trabajo declarados en el sistema de seguridad social durante los últimos 12 años; la revitalización de las negociaciones colectivas, que requieren de cierta fortaleza y unidad para reclamar mejoras salariales frente a los empresarios, y los interrogantes que pesan sobre el modelo sindical tradicional, lo que derivó en una mayor atomización y en el surgimiento de gremios con simple inscripción.
La radiografía sindical no debería pasar inadvertida para el futuro gobierno. Mucho menos cuando Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, los tres principales candidatos a reemplazar a Cristina Kirchner, sugirieron ligeramente que podrían activar en 2016 un suerte de gran acuerdo social, con empresarios y gremialistas, para debatir sobre precios, salarios y otras cuestiones vinculadas con la economía.
Especialistas en reposicionamientos y en advertir tiempos complicados, los sindicalistas huelen una crisis. Tal vez por eso, gremialistas de jerarquía de las tres vertientes de la CGT apuran desde hace semanas las negociaciones para reunificar la central obrera. A los tres sectores los amontonan preocupaciones comunes: proyectan en el corto plazo un escenario de ajustes, devaluación, suba de tarifas y caída del empleo.