Los mercados de futuros son un invento bastante viejo. En ellos, se intercambian contratos de compraventa de bienes con varias ventajas. Entre ellas están que el productor puede ingresar por la venta de los bienes que genera sin necesidad de esperar a que lleguen a su destino, y que el comprador puede apostar a que el precio del bien subirá en el tiempo que media hasta esa llegada (y/o revender ese derecho antes).
Esta fórmula se usa para todo tipo de materias primas, desde el petróleo a los cereales, y de hecho elimina prácticamente la necesidad de tener que transportar físicamente las mercancías a un mercado físico intermedio, haciendo que pasen a manos del comprador final (el último titular del contrato de futuro) directamente, desde las instalaciones del productor.
Ese es el caso también del mercado de futuros de la carne en Estados Unidos, que hasta hace poco era uno de los más seguros para los inversores puramente financieros, aquellos que están interesados sólo en el título (el derivado) y no en el derecho que contiene (la carne). Esa situación sin embargo ha cambiado bruscamente, y el de ganado se ha convertido en uno de los activos más peligrosos para los operadores electrónicos.
El problema es tan grave que incluso los traders con más experiencia hablan ya del "casino de la carne", un sitio en el que cualquier operación equivale a jugarse la camisa, y en el que los precios fluctúan salvajemente sin que nadie pueda evitarlo. CME Group, propietaria y gestora de ese mercado, ha reconocido la situación y ha bloqueado la entrada de nuevos contratos para intentar contener la situación. Desde el pasado mes de marzo sólo ha entrado un nuevo contrato de precio a futuro sobre ganado vivo, y su fecha de vencimiento es relativamente próxima: octubre de 2017.
Pero la culpa de esto no la tiene un grupo de especuladores, ni una banda de hackers rusos, ni una extraña epidemia de enfermedad bovina. La 'culpa' la tienen los ganaderos, por abandonar las ferias de toda la vida.
En el caso del mercado de ganado de Estados Unidos, los ganaderos tenían la costumbre centenaria de transportar unas cuantas cabezas hasta la plaza de intercambio más cercana para conseguir algo de liquidez -y en efectivo- con la que mantener en marcha la explotación. En esos mercados, las operaciones se casaban a diario, y a los inversores en futuro les bastaba con mirar el periódico para conocer el precio spot (el valor corriente del ganado).
Con el tiempo, tal y como recuerda el diario The Wall Street Journal, los ganaderos dejaron de realizar esas operaciones y se limitaron a enviar directamente sus cabezas al matadero, cobrando a cambio el precio que fijase en el mercado. El problema es que el mercado de futuros necesita saber qué se cobra en las operaciones realizadas físicamente para tener una referencia general de cuál es el precio 'real' de la carne.
El resultado es que los inversores deben confiar ahora en transacciones de ganado tan insignificantes respecto a la situación real, que la información que les llega tiene el potencial de cambiarlo todo. "Basta con que alguien venda 40 cabezas de ganado para que pueda revalorizar el precio del ganado en todo el país", afirma un ganadero de Nebraska citado por el diario neoyorquino.
Esta fórmula se usa para todo tipo de materias primas, desde el petróleo a los cereales, y de hecho elimina prácticamente la necesidad de tener que transportar físicamente las mercancías a un mercado físico intermedio, haciendo que pasen a manos del comprador final (el último titular del contrato de futuro) directamente, desde las instalaciones del productor.
Ese es el caso también del mercado de futuros de la carne en Estados Unidos, que hasta hace poco era uno de los más seguros para los inversores puramente financieros, aquellos que están interesados sólo en el título (el derivado) y no en el derecho que contiene (la carne). Esa situación sin embargo ha cambiado bruscamente, y el de ganado se ha convertido en uno de los activos más peligrosos para los operadores electrónicos.
El problema es tan grave que incluso los traders con más experiencia hablan ya del "casino de la carne", un sitio en el que cualquier operación equivale a jugarse la camisa, y en el que los precios fluctúan salvajemente sin que nadie pueda evitarlo. CME Group, propietaria y gestora de ese mercado, ha reconocido la situación y ha bloqueado la entrada de nuevos contratos para intentar contener la situación. Desde el pasado mes de marzo sólo ha entrado un nuevo contrato de precio a futuro sobre ganado vivo, y su fecha de vencimiento es relativamente próxima: octubre de 2017.
Pero la culpa de esto no la tiene un grupo de especuladores, ni una banda de hackers rusos, ni una extraña epidemia de enfermedad bovina. La 'culpa' la tienen los ganaderos, por abandonar las ferias de toda la vida.
En el caso del mercado de ganado de Estados Unidos, los ganaderos tenían la costumbre centenaria de transportar unas cuantas cabezas hasta la plaza de intercambio más cercana para conseguir algo de liquidez -y en efectivo- con la que mantener en marcha la explotación. En esos mercados, las operaciones se casaban a diario, y a los inversores en futuro les bastaba con mirar el periódico para conocer el precio spot (el valor corriente del ganado).
Con el tiempo, tal y como recuerda el diario The Wall Street Journal, los ganaderos dejaron de realizar esas operaciones y se limitaron a enviar directamente sus cabezas al matadero, cobrando a cambio el precio que fijase en el mercado. El problema es que el mercado de futuros necesita saber qué se cobra en las operaciones realizadas físicamente para tener una referencia general de cuál es el precio 'real' de la carne.
El resultado es que los inversores deben confiar ahora en transacciones de ganado tan insignificantes respecto a la situación real, que la información que les llega tiene el potencial de cambiarlo todo. "Basta con que alguien venda 40 cabezas de ganado para que pueda revalorizar el precio del ganado en todo el país", afirma un ganadero de Nebraska citado por el diario neoyorquino.