Tapar el sol con el dedo nunca ha sido una solución efectiva, pero esa es precisamente la opción a la que se lanzaron los Kirchner cuando alteraron el índice de inflación. Como en una cascada, el índice manipulado modifica los demás en los que participa y el ciudadano argentino lo sabe sin necesidad de cálculos.
Los salarios cada vez dan para menos y la fascinación que Cristina despertaba en las clases desfavorecidas —cada vez más numerosas— se ha esfumado, como se comprobó en la última huelga general. Que el 30% de los argentinos pueda vivir bajo el umbral de pobreza no es un problema matemático.
Los salarios cada vez dan para menos y la fascinación que Cristina despertaba en las clases desfavorecidas —cada vez más numerosas— se ha esfumado, como se comprobó en la última huelga general. Que el 30% de los argentinos pueda vivir bajo el umbral de pobreza no es un problema matemático.