Si te estás ahogando en el medio del río y pasa una lancha de narcotraficantes, ¿no te vas a subir?" Hace tiempo ya, el ex viceministro de Economía de Alfonsín, Adolfo Canitrot, me explicó con esa cruda metáfora por qué el Gobierno alfonsinista había virado en 1985 para aceptar los condicionamientos del FMI.
Es probable que Cristina se haya encontrado ante un dilema similar en los últimos días. Cuando arengaba a la militancia con la consigna los buitres no pasarán hasta que en el acto del Día de la Bandera solicitó a la distancia al juez Griesa que contemple la posibilidad de un pago en cuotas.
A los manotazos, a la mitad del río, no le quedaban demasiadas alternativas. El propio Gobierno se lanzó a cruzar el río cuando, tras la devaluación y la suba de las tasas de interés, empezó a hacer los deberes: el reconocimiento del pago (en principio por u$s 500 millones) a un grupo de multinacionales que ganaron juicios en el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial, contra Argentina; la indemnización a Repsol con bonos por u$s 5500 millones; y el compromiso de cancelar deuda por u$s 9700 millones en 5 años con el Club de París. Todas medidas tendientes a volver a emitir deuda en los mercados a tasas razonables (inferiores al 8%) y conseguir así los dólares que faltan en una economía en la que sobran cada vez más pesos.
Sin embargo, paradójicamente, por ahora todos esos acuerdos implican engrosar los vencimientos de deuda en dólares hasta diciembre de 2015 y, en especial, en los primeros tres años del próximo Gobierno, entre 2016 y 2018. Una vez iniciada la travesía para volver a los mercados hay que seguir remando para obtener el financiamiento con el cual afrontar los futuros pagos de la vieja y la nueva deuda.
Antes de los acuerdos con Repsol, el Club de París y los juicios en el CIADI, los servicios de deuda en dólares a pagar a los acreedores (neta de la deuda intra sector público) ascendían a u$s 11.500 millones hasta fines de 2015. La mayor parte de estos vencimientos estaba concentrada en octubre del año próximo, con los u$s 5800 millones del Boden 2015. Los deberes cumplidos por Kicillof incrementan los vencimientos de deuda en u$s 1400 millones este año y u$s 1.800 millones el próximo. A esa cuenta habría que adicionarle unos u$s 500 millones en 2015 en un hipotético acuerdo con los Fondos Buitre, según el escenario de mínima de los economistas del Bank of America. Si el Gobierno lograra un cierre más integral del problema de los holdouts, incluyendo aquellos en condiciones similares a los Buitres que ganaron en el juzgado de Griesa, la factura podría duplicarse o triplicarse.
La boleta será mucho más pesada para el sucesor de Cristina: en 2016, los vencimientos de la nueva deuda ascenderían a unos u$s 3600 millones; en 2017 a u$s 4500 millones; y en 2018 a u$s 3300 millones. Más lo que sume la negociación con los holdouts. Es evidente que Argentina requerirá del acceso a los mercados para afrontar estos pagos, concluye el informe del banco norteamericano.
Es evidente porque las reservas líquidas ya no son suficientes para cubrir los vencimientos hasta el final de mandato de Cristina sin arriesgarse a otra fuerte devaluación del peso. Aún contabilizando la totalidad de las reservas, todos los dólares computados en el Banco Central respaldan hoy los pesos de la base monetaria (circulante más cuentas a la vista) a un tipo de cambio superior a 13 pesos, 60% más caro que el oficial.
Las reservas brutas del Central ascienden a unos u$s 28.900 millones, de los cuales unos 18.000 millones serían reservas líquidas, descontando los depósitos privados anotados en el BCRA y los préstamos de otros bancos centrales. Son los dólares propios del BCRA que podrían destinarse en teoría al pago de deudas. Pero solo en un escenario de ciencia ficción: el Central debe guardar siempre un colchón de dólares para garantizar cierta cantidad de meses de importaciones, y es obvio que a medida que se deteriora la relación pesos en circulación/reservas se acrecientan las presiones por una devaluación brusca.
Teniendo en cuenta que, pasada la liquidación de la cosecha gruesa, en la segunda mitad del año se espera un menor ingreso de dólares comerciales, Juan Carlos Fábrega tal vez apele a algunos trucos para fortalecer las reservas. Por ejemplo, obligar a los bancos a venderle más dólares propios en sus carteras, o ampliar las líneas de créditos de otros bancos centrales. Pero más allá de esos efectos especiales el problema estructural de la escasez de dólares seguirá presente.
Un factor que pocos evalúan por ahora es que la nueva deuda de la administración K podría neutralizar el boom de ingreso de dólares frescos con el que Kicillof convenció a Cristina de lanzarse a cruzar el río a la búsqueda del paraíso en la otra orilla.
En menos de un año, el Gobierno emitió deuda por más de u$s 15.000 millones (entre Repsol, Club de París y CIADI), más lo que se suscriba con los holdouts. Si, una vez cerrado trato con los Buitres, el gobierno lograra colocar otros u$s 10.000 millones en el mercado de bonos, solo alcanzaría para cubrir los vencimientos del próximo año de la nueva deuda y del Boden 2015. ¿Cuánta más deuda podría emitir Cristina en el medio de la campaña electoral y de las denuncias cruzadas con la oposición?
Algunos en la Rosada sueñan con un nuevo despegue económico. El plan Kicillof es menos ambicioso. La apues ta, más modesta, es asegurar un número mínimo de reservas que garantice la gobernabilidad hasta diciembre de 2015.
LLEGAN ???
Es probable que Cristina se haya encontrado ante un dilema similar en los últimos días. Cuando arengaba a la militancia con la consigna los buitres no pasarán hasta que en el acto del Día de la Bandera solicitó a la distancia al juez Griesa que contemple la posibilidad de un pago en cuotas.
A los manotazos, a la mitad del río, no le quedaban demasiadas alternativas. El propio Gobierno se lanzó a cruzar el río cuando, tras la devaluación y la suba de las tasas de interés, empezó a hacer los deberes: el reconocimiento del pago (en principio por u$s 500 millones) a un grupo de multinacionales que ganaron juicios en el CIADI, el tribunal arbitral del Banco Mundial, contra Argentina; la indemnización a Repsol con bonos por u$s 5500 millones; y el compromiso de cancelar deuda por u$s 9700 millones en 5 años con el Club de París. Todas medidas tendientes a volver a emitir deuda en los mercados a tasas razonables (inferiores al 8%) y conseguir así los dólares que faltan en una economía en la que sobran cada vez más pesos.
Sin embargo, paradójicamente, por ahora todos esos acuerdos implican engrosar los vencimientos de deuda en dólares hasta diciembre de 2015 y, en especial, en los primeros tres años del próximo Gobierno, entre 2016 y 2018. Una vez iniciada la travesía para volver a los mercados hay que seguir remando para obtener el financiamiento con el cual afrontar los futuros pagos de la vieja y la nueva deuda.
Antes de los acuerdos con Repsol, el Club de París y los juicios en el CIADI, los servicios de deuda en dólares a pagar a los acreedores (neta de la deuda intra sector público) ascendían a u$s 11.500 millones hasta fines de 2015. La mayor parte de estos vencimientos estaba concentrada en octubre del año próximo, con los u$s 5800 millones del Boden 2015. Los deberes cumplidos por Kicillof incrementan los vencimientos de deuda en u$s 1400 millones este año y u$s 1.800 millones el próximo. A esa cuenta habría que adicionarle unos u$s 500 millones en 2015 en un hipotético acuerdo con los Fondos Buitre, según el escenario de mínima de los economistas del Bank of America. Si el Gobierno lograra un cierre más integral del problema de los holdouts, incluyendo aquellos en condiciones similares a los Buitres que ganaron en el juzgado de Griesa, la factura podría duplicarse o triplicarse.
La boleta será mucho más pesada para el sucesor de Cristina: en 2016, los vencimientos de la nueva deuda ascenderían a unos u$s 3600 millones; en 2017 a u$s 4500 millones; y en 2018 a u$s 3300 millones. Más lo que sume la negociación con los holdouts. Es evidente que Argentina requerirá del acceso a los mercados para afrontar estos pagos, concluye el informe del banco norteamericano.
Es evidente porque las reservas líquidas ya no son suficientes para cubrir los vencimientos hasta el final de mandato de Cristina sin arriesgarse a otra fuerte devaluación del peso. Aún contabilizando la totalidad de las reservas, todos los dólares computados en el Banco Central respaldan hoy los pesos de la base monetaria (circulante más cuentas a la vista) a un tipo de cambio superior a 13 pesos, 60% más caro que el oficial.
Las reservas brutas del Central ascienden a unos u$s 28.900 millones, de los cuales unos 18.000 millones serían reservas líquidas, descontando los depósitos privados anotados en el BCRA y los préstamos de otros bancos centrales. Son los dólares propios del BCRA que podrían destinarse en teoría al pago de deudas. Pero solo en un escenario de ciencia ficción: el Central debe guardar siempre un colchón de dólares para garantizar cierta cantidad de meses de importaciones, y es obvio que a medida que se deteriora la relación pesos en circulación/reservas se acrecientan las presiones por una devaluación brusca.
Teniendo en cuenta que, pasada la liquidación de la cosecha gruesa, en la segunda mitad del año se espera un menor ingreso de dólares comerciales, Juan Carlos Fábrega tal vez apele a algunos trucos para fortalecer las reservas. Por ejemplo, obligar a los bancos a venderle más dólares propios en sus carteras, o ampliar las líneas de créditos de otros bancos centrales. Pero más allá de esos efectos especiales el problema estructural de la escasez de dólares seguirá presente.
Un factor que pocos evalúan por ahora es que la nueva deuda de la administración K podría neutralizar el boom de ingreso de dólares frescos con el que Kicillof convenció a Cristina de lanzarse a cruzar el río a la búsqueda del paraíso en la otra orilla.
En menos de un año, el Gobierno emitió deuda por más de u$s 15.000 millones (entre Repsol, Club de París y CIADI), más lo que se suscriba con los holdouts. Si, una vez cerrado trato con los Buitres, el gobierno lograra colocar otros u$s 10.000 millones en el mercado de bonos, solo alcanzaría para cubrir los vencimientos del próximo año de la nueva deuda y del Boden 2015. ¿Cuánta más deuda podría emitir Cristina en el medio de la campaña electoral y de las denuncias cruzadas con la oposición?
Algunos en la Rosada sueñan con un nuevo despegue económico. El plan Kicillof es menos ambicioso. La apues ta, más modesta, es asegurar un número mínimo de reservas que garantice la gobernabilidad hasta diciembre de 2015.
LLEGAN ???