Elpidio González, el vicepresidente bien amado.
Un caso para poner en un marco y que constituye la contracara de Amado Boudou, hombre acostumbrado a la ostentación y a los excesos.
Es el del rosarino Elpidio González, quien, además de haber sido ministro de Guerra de Yrigoyen, acompañó como vicepresidente a Marcelo Torcuato de Alvear.
Una vez finalizado el mandato de Alvear, Elpidio se retiró de la política y un tiempo después un diputado nacional en ejercicio lo vio transitando las recovas del barrio porteño de Once con una pequeña valija, vendiendo anilinas, betún y pomadas.
Un legislador, consternado ante semejante cuadro, presentó en el Congreso un proyecto para otorgarle una jubilación especial a un hombre que había entregado mucho a su país.
Lo realmente asombroso fue la reacción de González, que rechazó el beneficio con el argumento de que mientras tuviera dos manos para trabajar no necesitaba limosnas.
Elpidio González fue operado de una dolencia en 1951 y quedó internado en un hospital por seis meses, hasta que murió el 18 de octubre de ese mismo año, debido a que no tenía una residencia donde alojarse.
En su testamento, daba instrucciones sobre su sepultura: “Quiero ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico; como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma”.
Un caso para poner en un marco y que constituye la contracara de Amado Boudou, hombre acostumbrado a la ostentación y a los excesos.
Es el del rosarino Elpidio González, quien, además de haber sido ministro de Guerra de Yrigoyen, acompañó como vicepresidente a Marcelo Torcuato de Alvear.
Una vez finalizado el mandato de Alvear, Elpidio se retiró de la política y un tiempo después un diputado nacional en ejercicio lo vio transitando las recovas del barrio porteño de Once con una pequeña valija, vendiendo anilinas, betún y pomadas.
Un legislador, consternado ante semejante cuadro, presentó en el Congreso un proyecto para otorgarle una jubilación especial a un hombre que había entregado mucho a su país.
Lo realmente asombroso fue la reacción de González, que rechazó el beneficio con el argumento de que mientras tuviera dos manos para trabajar no necesitaba limosnas.
Elpidio González fue operado de una dolencia en 1951 y quedó internado en un hospital por seis meses, hasta que murió el 18 de octubre de ese mismo año, debido a que no tenía una residencia donde alojarse.
En su testamento, daba instrucciones sobre su sepultura: “Quiero ser enterrado con toda modestia, como corresponde a mi carácter de católico; como hijo del seráfico padre San Francisco, a cuya tercera orden pertenezco, suplico con amor de Dios la limosna del hábito franciscano como mortaja y la plegaria de todos mis hermanos en perdón de mis pecados y en sufragio de mi alma”.