Finalizar el peronismo no está en los planes
Más allá de los matices de los candidatos con mejor intención de voto, no parece que se quiera cambiar de modelo de país.
Autor Nicolás de la Plaza
Estos son tiempos en que el peronismo de Scioli y Massa alcanzan un 60% de la intención de voto en las encuestas. Si sumamos al macrismo, con un fuerte complemento peronista, podemos decir que hoy, después de 12 años de peronismo, la intención de voto alcanza un 85% para el movimiento.
A la vez, el radicalismo, siempre indeciso entre el desarrollismo y el liberalismo, hoy está sujeto a las ordenes de Pino Solanas, un marxista nato que se define “peronista de izquierda”. Entonces, sumamos un 10% al 85% y tenemos un 95% de voto peronista. El 5% restante se lo damos al trotskismo, que al igual que el peronismo, levanta banderas finalizadas en el resto del mundo en 1990.
A eso sumamos que incluso tenemos un Papa peronista que se calló la boca ante las matanzas de estudiantes del estado chavista, porque el chavismo es peronismo en su máxima expresión, con ingredientes extras que genera vivir con calor tropical.
La conclusión es que no hay conclusión, porque uno concluye cuando hay un desarrollo de una idea. En Argentina no hay desarrollo de ideas, al menos modernas. Hay una enfermedad mental que retrotrae las plataformas políticas a modelos político-económicos que devastaron poblaciones enteras en el pasado.
Las ideas vienen de ideólogos, no de “la gente”; tampoco de los políticos, porque en Argentina se considera un buen político al tipo que genera las mafias necesarias en su territorio para ganar elecciones: el que más gana, mejor es.
Los ideólogos se forman en las universidades, en Argentina, más precisamente, en la UBA. Y la UBA decidió estancar su discurso y sus lecciones en el pasado. No se enseña cómo funcionan los mercados en 2014 sino el concepto de plusvalía de mediados de siglo 19, y ahí se queda, repitiendo una y otra vez lo mismo a medida que un alumno va aprobando materias. Habrá excepciones, pero esas excepciones solo relativizan el marxismo, olvidándose también de enseñar cómo funciona la economía en 2014.
Sin concluir, porque no hay forma, queda pensar si el 95% de votos que irán al peronismo el año que viene es porque el argentino en general se transformó en un tipo sin piedad hacia sí mismo. ¿Podemos decir que es un autocastigo por los “pecadillos” diarios que se cometen? ¿Una penitencia católica por no nacer pobre, entonces se busca ser cada día más pobre?
Concluyan ustedes.
Más allá de los matices de los candidatos con mejor intención de voto, no parece que se quiera cambiar de modelo de país.
Autor Nicolás de la Plaza
Estos son tiempos en que el peronismo de Scioli y Massa alcanzan un 60% de la intención de voto en las encuestas. Si sumamos al macrismo, con un fuerte complemento peronista, podemos decir que hoy, después de 12 años de peronismo, la intención de voto alcanza un 85% para el movimiento.
A la vez, el radicalismo, siempre indeciso entre el desarrollismo y el liberalismo, hoy está sujeto a las ordenes de Pino Solanas, un marxista nato que se define “peronista de izquierda”. Entonces, sumamos un 10% al 85% y tenemos un 95% de voto peronista. El 5% restante se lo damos al trotskismo, que al igual que el peronismo, levanta banderas finalizadas en el resto del mundo en 1990.
A eso sumamos que incluso tenemos un Papa peronista que se calló la boca ante las matanzas de estudiantes del estado chavista, porque el chavismo es peronismo en su máxima expresión, con ingredientes extras que genera vivir con calor tropical.
La conclusión es que no hay conclusión, porque uno concluye cuando hay un desarrollo de una idea. En Argentina no hay desarrollo de ideas, al menos modernas. Hay una enfermedad mental que retrotrae las plataformas políticas a modelos político-económicos que devastaron poblaciones enteras en el pasado.
Las ideas vienen de ideólogos, no de “la gente”; tampoco de los políticos, porque en Argentina se considera un buen político al tipo que genera las mafias necesarias en su territorio para ganar elecciones: el que más gana, mejor es.
Los ideólogos se forman en las universidades, en Argentina, más precisamente, en la UBA. Y la UBA decidió estancar su discurso y sus lecciones en el pasado. No se enseña cómo funcionan los mercados en 2014 sino el concepto de plusvalía de mediados de siglo 19, y ahí se queda, repitiendo una y otra vez lo mismo a medida que un alumno va aprobando materias. Habrá excepciones, pero esas excepciones solo relativizan el marxismo, olvidándose también de enseñar cómo funciona la economía en 2014.
Sin concluir, porque no hay forma, queda pensar si el 95% de votos que irán al peronismo el año que viene es porque el argentino en general se transformó en un tipo sin piedad hacia sí mismo. ¿Podemos decir que es un autocastigo por los “pecadillos” diarios que se cometen? ¿Una penitencia católica por no nacer pobre, entonces se busca ser cada día más pobre?
Concluyan ustedes.