Para que la realidad no se la lleve puesta, La Doctora quiere cerrar el acuerdo durante el primer trimestre de 2015. Sin los riesgos, candorosamente sobrevalorados, de la cláusula RUFO.
Aparte del aire espiritual que suele aportar el Papa Francisco, para llegar a 2015 La Doctora necesita sobrevivir al fatídico diciembre anunciado.
Diciembre se le viene encima a la sociedad. La Doctora lo advierte, asusta con la matiné de Luisito Barrionuevo, Harry (como lo llamaba Triaca).
La pobre teme las conspiraciones que le armen desde “arriba”. Pero por no comer vidrio sabe que debe fortalecerse ante los riesgos del “abajo”.
En simultáneo, La Doctora estimula la explotación del beneficio adolescente de pelearse, con los Estados Unidos.
Una actitud que despierta adhesiones fáciles. Apoyos retóricos entre los nacionalistas desconcertados del “adentro”. Y de los abundantes antimperialistas sueltos del “afuera”. Ambos están a la pesca inocente de las causas perdidas que aporten la reconfortante chapa de la rebeldía. Arrebatos orales que cesan en cuanto se pronuncian.
El sentimiento antinorteamericano es intenso y efectivo. Nutre. ¿A quién no le gusta pelearse con los norteamericanos solitarios? Combinan la máxima potencia militar con la llamativa incapacidad política.
Para simplificar: a La Doctora le fascina pelearse con quien quiere que la acepte.
Anhela ser recibida en la Casa Blanca. Con la pompa que se lo recibió a Carlos Menem. Cuando al argentino le bastaba, para ingresar a Miami o Nueva York, con un registro vencido de conductor.
Pero como también se lo recibió a Kirchner, El Furia, sin pompa. Cuando le puso la manito en la rodilla a Bush. Antes de organizarle la antológica contra-cumbre de Mar del Plata. Con D’Elía, Chavez y Maradona.
fUENTE: j.asis