El impacto de la devaluación de enero prácticamente ya se esfumó. La caída del tipo de cambio real de los últimos meses refleja así el deterioro de la competitividad del peso, que ha vuelto a los niveles de comienzos de año. Pero lamentablemente para los analistas, la situación ahora es peor que en enero. El contexto luce más endeble ya que la tensión cambiaria y la tensión macro han aumentado.
En los meses previos a la devaluación, las exportaciones caían un 3% anual y ahora lo hacen por encima del 10%. El nivel de reservas era de u$s 30.600 millones y ahora bajaron a menos de u$s 28.000 millones. La soja valía u$s 530 la tonelada con una expectativa de suba, y ahora bajó a u$s 350. La cosecha se perfilaba buena antes, en cambio ahora el clima no ayuda y se teme una caída de la producción (esto implica que el ingreso de los agrodólares se reducirá en unos u$s 6.000 millones aproximadamente en 2015). A comienzos de 2014 se había gestado una expectativa de conseguir financiamiento por el arreglo con el Club de París e YPF, y ahora el default de Griesa sepultó todo. Sólo se atemperó el ritmo de pérdida de reservas, que pasó de u$s 2.000 millones mensuales antes de fin de 2013 a u$s 750 millones en septiembre. Además se podía importar hasta un monto de u$s 500.000 sin autorización previa del BCRA. Ahora se redujo a u$s 150.000.
Todas estas variables explican el aumento de la tensión cambiaria, que ha llevado el tipo de cambio real al mismo nivel que en enero. Pero a esto se suma un panorama macro más deteriorado ya que por un lado las necesidades de financiamiento del Tesoro crecieron, pasaron de unos $ 80.000 millones antes de la devaluación a $ 150.000 millones. El stock de Lebac más que se duplicó, pasó de $ 100.000 a más de $ 200.000 millones. La brecha cambiaria se amplió del 50% al 80%. La inflación estimada por los privados se aceleró de casi el 2% a más del 2% mensual. Existía la esperanza de que ingresarían más dólares comerciales por las exportaciones industriales y que Brasil andaría mejor. Encima, el país no tenía sanciones de la OMC. Hoy se sabe que Brasil no crece y sus perspectivas no son mejores. Por último, el PBI aún crecía antes de la devaluación de enero y ahora se estancó.
De modo que, como señalan varios analistas, el contexto macro hace inevitable otro ajuste del tipo de cambio oficial que ayer cerró en $ 8,485 mientras el dólar "blue" cedió a $ 14,77.
Según cálculos de las principales consultoras, el dólar oficial debería estar por lo menos en $ 10,20 para recuperar el terreno ganado por la devaluación de enero. Pero más allá de las estimaciones, lo cierto es que el dólar se viene apreciando en el mundo y podría apreciarse aún más (el tipo de cambio real multilateral de la Fed alcanzó el máximo en 5 años). Vale señalar que el dólar contra el euro ya ganó el 10% desde mayo y casi el 8% frente al yen desde agosto. Además, contra el real brasileño (principal socio comercial de la Argentina) ganó cerca del 10% desde septiembre. Sin duda es una mala noticia para el tipo de cambio multilateral de la Argentina y para la competitividad del sector exportador, sobre todo el manufacturero. De modo que, como se lamentan los economistas más memoriosos, la devaluación aplicada en enero por el extitular del BCRA Juan Carlos Fábrega ha sido la más en vano de la historia. Otra oportunidad desaprovechada con costos innecesarios.
En los meses previos a la devaluación, las exportaciones caían un 3% anual y ahora lo hacen por encima del 10%. El nivel de reservas era de u$s 30.600 millones y ahora bajaron a menos de u$s 28.000 millones. La soja valía u$s 530 la tonelada con una expectativa de suba, y ahora bajó a u$s 350. La cosecha se perfilaba buena antes, en cambio ahora el clima no ayuda y se teme una caída de la producción (esto implica que el ingreso de los agrodólares se reducirá en unos u$s 6.000 millones aproximadamente en 2015). A comienzos de 2014 se había gestado una expectativa de conseguir financiamiento por el arreglo con el Club de París e YPF, y ahora el default de Griesa sepultó todo. Sólo se atemperó el ritmo de pérdida de reservas, que pasó de u$s 2.000 millones mensuales antes de fin de 2013 a u$s 750 millones en septiembre. Además se podía importar hasta un monto de u$s 500.000 sin autorización previa del BCRA. Ahora se redujo a u$s 150.000.
Todas estas variables explican el aumento de la tensión cambiaria, que ha llevado el tipo de cambio real al mismo nivel que en enero. Pero a esto se suma un panorama macro más deteriorado ya que por un lado las necesidades de financiamiento del Tesoro crecieron, pasaron de unos $ 80.000 millones antes de la devaluación a $ 150.000 millones. El stock de Lebac más que se duplicó, pasó de $ 100.000 a más de $ 200.000 millones. La brecha cambiaria se amplió del 50% al 80%. La inflación estimada por los privados se aceleró de casi el 2% a más del 2% mensual. Existía la esperanza de que ingresarían más dólares comerciales por las exportaciones industriales y que Brasil andaría mejor. Encima, el país no tenía sanciones de la OMC. Hoy se sabe que Brasil no crece y sus perspectivas no son mejores. Por último, el PBI aún crecía antes de la devaluación de enero y ahora se estancó.
De modo que, como señalan varios analistas, el contexto macro hace inevitable otro ajuste del tipo de cambio oficial que ayer cerró en $ 8,485 mientras el dólar "blue" cedió a $ 14,77.
Según cálculos de las principales consultoras, el dólar oficial debería estar por lo menos en $ 10,20 para recuperar el terreno ganado por la devaluación de enero. Pero más allá de las estimaciones, lo cierto es que el dólar se viene apreciando en el mundo y podría apreciarse aún más (el tipo de cambio real multilateral de la Fed alcanzó el máximo en 5 años). Vale señalar que el dólar contra el euro ya ganó el 10% desde mayo y casi el 8% frente al yen desde agosto. Además, contra el real brasileño (principal socio comercial de la Argentina) ganó cerca del 10% desde septiembre. Sin duda es una mala noticia para el tipo de cambio multilateral de la Argentina y para la competitividad del sector exportador, sobre todo el manufacturero. De modo que, como se lamentan los economistas más memoriosos, la devaluación aplicada en enero por el extitular del BCRA Juan Carlos Fábrega ha sido la más en vano de la historia. Otra oportunidad desaprovechada con costos innecesarios.