Pipinas volvió a ser la semana pasada ese pueblito tranquilo y cubierto de árboles a la vera de la ruta 36, donde sus n ovecientos habitantes se conocen todos y, si ven algún extraño, ya se acostumbraron a razonar que está allí “por el cohete”. El “cohete” es parte del ambicioso proyecto aeroespacial Tronador II, que busca poner satélites en el espacio y al que el Gobierno destinó $ 2 mil millones . La calma volvió de a poco a Pipinas luego de que el pueblo se transformara por varios meses en “el Houston argentino”, sede del centro de control del primer intento de lanzamiento, el miércoles 26 de febrero.
“Hasta ese día no paraban de pasar las camionetas de la CONAE (la Comisión Nacional de Actividades Espaciales)”, cuenta Maribel mientras lava la vereda de su casa, a dos cuadras del complejo municipal que alberga el centro de control y donde alrededor de las tres de la tarde de aquel día se “apretó el botón” de partida del vector Vex 1A, en presencia del ministro Julio de Vido y otros altos funcionarios.
El cohete logró alzarse unos dos metros pero enseguida desvió su trayectoria y cayó al suelo envuelto en las llamas de su propio combustible
“Hasta ese día no paraban de pasar las camionetas de la CONAE (la Comisión Nacional de Actividades Espaciales)”, cuenta Maribel mientras lava la vereda de su casa, a dos cuadras del complejo municipal que alberga el centro de control y donde alrededor de las tres de la tarde de aquel día se “apretó el botón” de partida del vector Vex 1A, en presencia del ministro Julio de Vido y otros altos funcionarios.
El cohete logró alzarse unos dos metros pero enseguida desvió su trayectoria y cayó al suelo envuelto en las llamas de su propio combustible