Mariano Narodowski
Profesor de Educación de UTDT
2014 fue el año en que la pérdida de 300 mil alumnos de las escuelas primarias públicas llegó a la tapa de los diarios, 2014 fue otro año en el que todo esto a nadie le importó. A la dirigencia no le interesa la educación: es que para el modelo de desarrollo económico argentino la educación que tenemos está muy bien.
Para hacer un balance de la educación en 2014 debo retroceder un poco en el tiempo.
El 10 de diciembre de 1983 yo cumplía 22 años y medio.
Ese día, y a pesar de no haber votado a Raúl Alfonsín, lo recuerdo como de una enorme alegría que la calle contagiaba. La dictadura militar se había acabado y había fiesta. Sus gestores (militares y civiles) estaban en retirada final después del desastre de Malvinas, de la horrible gestión económica y del creciente conocimiento de los atroces crímenes cometidos.
“Se acabó la dictadura” cantábamos. Era un momento conmovedor y esperanzador y nuestro análisis era más o menos así:
“La decadencia cultural argentina y el deterioro social vivido desde 1930 en adelante, eran absoluta responsabilidad del “partido militar” y sus aliados civiles o, en todo caso, del denominado “ciclo civil militar”. Si la dictadura se había acabado, conjeturábamos, a la Argentina solo le aguardaba un futuro de desarrollo y justicia social. Finalmente, la democracia ya no habría de entenderse como mera cáscara institucional ni como etapa necesaria para el socialismo: con la democracia se come, se educa, se cura. Nos lo habían dicho y lo sosteníamos aún sin citar al autor.”
Con un rápido balance de estos 30 años de democracia en la educación, se entenderá mejor la densidad de mi diagnóstico preocupante y mi anticipación de un futuro probablemente peor.
En estas tres décadas no surge un solo indicador socio educacional en el que Argentina haya mejorado relativamente más que el resto de los países latinoamericanos, especialmente Chile, Brasil y Uruguay.. Ni uno solo. Por el contrario, en varios de ellos perdió su (supuesto) histórico liderazgo. Se me dirá que esto es así porque el país tenía ya un gran desarrollo educativo. Pues bien, tampoco consigue mejorar más que Australia, Canadá o los países de la Europa mediterránea. Mejor no atreverse a comparar con Corea del Sur, Vietnam o Singapur.
El único indicador en el que Argentina se destaca internacionalmente es en el crecimiento de la educación privada y –sobre todo desde 2003- en la pérdida de alumnos de sus escuelas primarias públicas. En 2014 advertimos los datos de 2013: récord histórico de pérdida de alumnos en las escuelas públicas. Es tal el clima de quebranto educacional que se vive en la Argentina que aquellos sectores sociales que tienen los recursos, mandan a sus hijos a escuelas privadas, creyendo que individualmente zafan del deterioro cuando apenas zafan de la percepción de deterioro.
2014 fue el año en que la pérdida de 300 mil alumnos de las escuelas primarias públicas llegó a la tapa de los diarios.
Advertíamos sobre este problema hace más de un lustro. Incluso hace unos años un diario llegó a publicar mi frase “Hicieron pelota la educación pública” más por lo “divertido” del uso del lunfardo que por el contenido sobre el que hoy, aunque tarde, ya no quedan dudas. La Argentina hizo pelota su escuela pública.
2014 fue otro año en el que todo esto a nadie le importó.
Y la pregunta de siempre: ¿Por qué?
Ya no le podemos echarle la culpa a los milicos y el neoliberalismo de los noventa suena a excusa lejana: está más cerca 2030 que 1999.
Bien parece que a la dirigencia argentina no le interesa la educación: no se percibe una masa crítica de dirigentes políticos, sociales, sindicales o empresariales capaces de construir consensos en la opinión pública; desde hace mucho la educación no existe en la agenda pública argentina y eso no tiene repercusiones en una sociedad civil, la que soluciona sus problemas educacionales concretos como puede.
Y la pregunta de estos días: ¿Y esto va cambiar post 2016? La respuesta es obvia: si el modelo de desarrollo económico argentino es este (para enunciarlo en dos conceptos rápidos: pugna por la renta agropecuaria y minera, con un mínimo componente tecnológico industrial), la educación que tenemos está muy bien.
.....- See more at: http://ar.bastiondigital.com/notas/no-demuestra-interes#sthash.oT5COWWW.dpuf
Profesor de Educación de UTDT
2014 fue el año en que la pérdida de 300 mil alumnos de las escuelas primarias públicas llegó a la tapa de los diarios, 2014 fue otro año en el que todo esto a nadie le importó. A la dirigencia no le interesa la educación: es que para el modelo de desarrollo económico argentino la educación que tenemos está muy bien.
Para hacer un balance de la educación en 2014 debo retroceder un poco en el tiempo.
El 10 de diciembre de 1983 yo cumplía 22 años y medio.
Ese día, y a pesar de no haber votado a Raúl Alfonsín, lo recuerdo como de una enorme alegría que la calle contagiaba. La dictadura militar se había acabado y había fiesta. Sus gestores (militares y civiles) estaban en retirada final después del desastre de Malvinas, de la horrible gestión económica y del creciente conocimiento de los atroces crímenes cometidos.
“Se acabó la dictadura” cantábamos. Era un momento conmovedor y esperanzador y nuestro análisis era más o menos así:
“La decadencia cultural argentina y el deterioro social vivido desde 1930 en adelante, eran absoluta responsabilidad del “partido militar” y sus aliados civiles o, en todo caso, del denominado “ciclo civil militar”. Si la dictadura se había acabado, conjeturábamos, a la Argentina solo le aguardaba un futuro de desarrollo y justicia social. Finalmente, la democracia ya no habría de entenderse como mera cáscara institucional ni como etapa necesaria para el socialismo: con la democracia se come, se educa, se cura. Nos lo habían dicho y lo sosteníamos aún sin citar al autor.”
Con un rápido balance de estos 30 años de democracia en la educación, se entenderá mejor la densidad de mi diagnóstico preocupante y mi anticipación de un futuro probablemente peor.
En estas tres décadas no surge un solo indicador socio educacional en el que Argentina haya mejorado relativamente más que el resto de los países latinoamericanos, especialmente Chile, Brasil y Uruguay.. Ni uno solo. Por el contrario, en varios de ellos perdió su (supuesto) histórico liderazgo. Se me dirá que esto es así porque el país tenía ya un gran desarrollo educativo. Pues bien, tampoco consigue mejorar más que Australia, Canadá o los países de la Europa mediterránea. Mejor no atreverse a comparar con Corea del Sur, Vietnam o Singapur.
El único indicador en el que Argentina se destaca internacionalmente es en el crecimiento de la educación privada y –sobre todo desde 2003- en la pérdida de alumnos de sus escuelas primarias públicas. En 2014 advertimos los datos de 2013: récord histórico de pérdida de alumnos en las escuelas públicas. Es tal el clima de quebranto educacional que se vive en la Argentina que aquellos sectores sociales que tienen los recursos, mandan a sus hijos a escuelas privadas, creyendo que individualmente zafan del deterioro cuando apenas zafan de la percepción de deterioro.
2014 fue el año en que la pérdida de 300 mil alumnos de las escuelas primarias públicas llegó a la tapa de los diarios.
Advertíamos sobre este problema hace más de un lustro. Incluso hace unos años un diario llegó a publicar mi frase “Hicieron pelota la educación pública” más por lo “divertido” del uso del lunfardo que por el contenido sobre el que hoy, aunque tarde, ya no quedan dudas. La Argentina hizo pelota su escuela pública.
2014 fue otro año en el que todo esto a nadie le importó.
Y la pregunta de siempre: ¿Por qué?
Ya no le podemos echarle la culpa a los milicos y el neoliberalismo de los noventa suena a excusa lejana: está más cerca 2030 que 1999.
Bien parece que a la dirigencia argentina no le interesa la educación: no se percibe una masa crítica de dirigentes políticos, sociales, sindicales o empresariales capaces de construir consensos en la opinión pública; desde hace mucho la educación no existe en la agenda pública argentina y eso no tiene repercusiones en una sociedad civil, la que soluciona sus problemas educacionales concretos como puede.
Y la pregunta de estos días: ¿Y esto va cambiar post 2016? La respuesta es obvia: si el modelo de desarrollo económico argentino es este (para enunciarlo en dos conceptos rápidos: pugna por la renta agropecuaria y minera, con un mínimo componente tecnológico industrial), la educación que tenemos está muy bien.
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