las reservas brutas pasan de u$s 25 mil millones el 7 de diciembre, a poco mas de u$s 30 mil millones el 31 de enero. Pero por su parte las divisas realmente disponibles, caen sustancialmente, pasando de u$s 13.362 a un mínimo de u$s 4.524 millones el 14 de febrero, con una merma de nada menos que u$s 8.839 millones.
Esto fue disimulado por el Banco Central presidido por Federico Sturzenegger (quien absurdamente está a la cabeza del mismo, pese estar aún procesado en la causa del Megacanje del 2001) con un raudo crecimiento de la integración de las reservas con títulos públicos. Que llegaron a un máximo de u$s 17.359 millones el 14 de febrero, con un aumento de u$s 8.256 millones. O sea que lo que se perdió en divisas contantes y sonantes, se sustituyó con papeles de la deuda.
Los cuales son reservas de humo, ya que si el Banco Central lanza al mercado buena parte de esos títulos para obtener divisas, sus precios caerían sustancialmente, por lo que se trata de un empapelamiento de las reservas. Que el 14 de febrero estaban integradas con un 60 % en títulos, un 17 % con el pase en divisas contraído pocos días antes con bancos del exterior, un 8 % en oro, y solo un 15 % en divisas.
En consecuencia, si se calculan las reservas netas restándole a las reservas brutas, el pase en moneda extranjera, los títulos, los depósitos en moneda extranjera, y las letras en divisas emitidas por el Banco Central, estas habrían pasado de mas u$s 4.563 millones en la semana anterior a la asunción del actual gobierno, a menos u$s 5.551 millones el 14 de febrero, con una caída de u$s 10.114 millones.
Lo cual evidencia el grado de desangre en divisas que afecta al Banco Central, y por ende su carencia de poder de fuego para controlar la suba del dólar. Razón por la que nuevamente tuvo que llevar la tasa de interés al nivel destructivo para la economía del 38 % anual, para contener su escalada.
Por esta razón, asustados por los recientes obstáculos que encontró en el arreglo con los fondos buitres, por el fallo de la Cámara de Apelaciones que suspendió el fallo de Griesa, el ministro Prat Gay salió a asustar, diciendo que si no se concreta el arreglo, “el ajuste será tremendo”. Mientras que por su parte el presidente Macri expresó qué si se frustra el mismo, la opción sería “ajuste o hiperinflación”.
Similar quizás a la que azotó los últimos días del gobierno de Alfonsín, quién con cierto parecido a Macri y Prat Gay, adoptó la absurda receta de dejar flotar libremente el dólar, no obstante el bloqueo financiero externo instado por Cavallo, y pese la total carencia de divisas para poder controlarlo. Lo cual hizo que el dólar aumentara 120 veces en un año, pasando de $ 16 pesos a $ 1.950.
Dramatizando, Macri dijo “no hay alternativa. La forma de salir gradualmente del desastre que dejó el kirchnerismo es un ajuste gradual… si Argentina queda fuera del mundo, no puede ni siquiera empezar a recorrer el camino del desarrollo”. Pero no explico las causas de extrema urgencia que lo lleva a atropellar al Congreso, con una ley para la que no da tiempo de reflexión alguna, ante un problema que dura ya quince años.
Pero que resulta típica de la forma desaprensiva con que los distintos gobiernos argentinos afrontaron las crisis financieras y de deuda, apelando a cualquier solución para tratar de salir del sofocón, pateando el problema para adelante. Lo cual a la luz de los resultados obtenidos, ha hecho que estos problemas en lugar de solucionarse, se compliquen cada vez más.
Javier Llorens.
Esto fue disimulado por el Banco Central presidido por Federico Sturzenegger (quien absurdamente está a la cabeza del mismo, pese estar aún procesado en la causa del Megacanje del 2001) con un raudo crecimiento de la integración de las reservas con títulos públicos. Que llegaron a un máximo de u$s 17.359 millones el 14 de febrero, con un aumento de u$s 8.256 millones. O sea que lo que se perdió en divisas contantes y sonantes, se sustituyó con papeles de la deuda.
Los cuales son reservas de humo, ya que si el Banco Central lanza al mercado buena parte de esos títulos para obtener divisas, sus precios caerían sustancialmente, por lo que se trata de un empapelamiento de las reservas. Que el 14 de febrero estaban integradas con un 60 % en títulos, un 17 % con el pase en divisas contraído pocos días antes con bancos del exterior, un 8 % en oro, y solo un 15 % en divisas.
En consecuencia, si se calculan las reservas netas restándole a las reservas brutas, el pase en moneda extranjera, los títulos, los depósitos en moneda extranjera, y las letras en divisas emitidas por el Banco Central, estas habrían pasado de mas u$s 4.563 millones en la semana anterior a la asunción del actual gobierno, a menos u$s 5.551 millones el 14 de febrero, con una caída de u$s 10.114 millones.
Lo cual evidencia el grado de desangre en divisas que afecta al Banco Central, y por ende su carencia de poder de fuego para controlar la suba del dólar. Razón por la que nuevamente tuvo que llevar la tasa de interés al nivel destructivo para la economía del 38 % anual, para contener su escalada.
Por esta razón, asustados por los recientes obstáculos que encontró en el arreglo con los fondos buitres, por el fallo de la Cámara de Apelaciones que suspendió el fallo de Griesa, el ministro Prat Gay salió a asustar, diciendo que si no se concreta el arreglo, “el ajuste será tremendo”. Mientras que por su parte el presidente Macri expresó qué si se frustra el mismo, la opción sería “ajuste o hiperinflación”.
Similar quizás a la que azotó los últimos días del gobierno de Alfonsín, quién con cierto parecido a Macri y Prat Gay, adoptó la absurda receta de dejar flotar libremente el dólar, no obstante el bloqueo financiero externo instado por Cavallo, y pese la total carencia de divisas para poder controlarlo. Lo cual hizo que el dólar aumentara 120 veces en un año, pasando de $ 16 pesos a $ 1.950.
Dramatizando, Macri dijo “no hay alternativa. La forma de salir gradualmente del desastre que dejó el kirchnerismo es un ajuste gradual… si Argentina queda fuera del mundo, no puede ni siquiera empezar a recorrer el camino del desarrollo”. Pero no explico las causas de extrema urgencia que lo lleva a atropellar al Congreso, con una ley para la que no da tiempo de reflexión alguna, ante un problema que dura ya quince años.
Pero que resulta típica de la forma desaprensiva con que los distintos gobiernos argentinos afrontaron las crisis financieras y de deuda, apelando a cualquier solución para tratar de salir del sofocón, pateando el problema para adelante. Lo cual a la luz de los resultados obtenidos, ha hecho que estos problemas en lugar de solucionarse, se compliquen cada vez más.
Javier Llorens.