Aparte de las lluias, algunos cambios legales afectaran al maíz.
Los ecologistas que antes defendían el biocombustible como forma de disminuir la polución ahora se están oponiendo a un programa de Estados Unidos que pone combustibles renovables en los coches, invocando emisiones de dióxido de carbono superiores a las esperadas y la reducción de los hábitats de la vida silvestre.
Más de una década después que los conservacionistas persuadieron al Congreso de que agregase etanol hecho con maíz y otros biocombustibles a la gasolina, algunos grupos se arrepienten del derrame de residuos líquidos agrícolas en vías navegables y la conversión de praderas en tierras para cultivo que resultaron de ello, lo que aumenta las probabilidades de que los legisladores intenten modificar el programa el año que viene.
"Los grandes grupos ecologistas que apostaron a los biocombustibles están dándose cuenta tácitamente de que metieron la pata", dijo John DeCicco, profesor de Investigación del Instituto de Energía de la Universidad de Michigan, que trabajó en estrategias automovilísticas para el Environmental Defense Fund. "Es muy duro para aquellos que -digamos- odian visceralmente el petróleo pensar que esa alternativa que veníamos promoviendo hoy es peor que el petróleo".
La ofensiva de los ecologistas podría impulsar iniciativas estancadas desde hace mucho tiempo en el Congreso de reformar la Norma de Combustible Renovable (RFS, por sus siglas en inglés), entre ellas la de limitar la cantidad de etanol tradicional de maíz requerida; el reclamo de una modificación pone a los ecologistas lado a lado con las organizaciones de combate contra el hambre e incluso con la industria petrolera. El RFS obliga a las refinerías a mezclar cantidades cada vez mayores de biocombustible en la oferta de gasolina. Actualmente, la mayor parte de esa exigencia se cumple con etanol de maíz, que representa cerca del 10% de la gasolina estadounidense.