Al igual que un roedor que no deja de activar una palanca con la esperanza de recibir una recompensa, cuando uno revisa el teléfono, el cerebro busca un estímulo similar: ¡alguien podría estar hablando de usted en ForoAgrikultores! ¿No? Refresque. ¡Tal vez Donald Trump volvió a tuitear! Refresque. ¡A lo mejor su foto en Wathsapp recibió un corazón! Refresque. Refresque. Refresque.
Sin embargo, usted no es una rata. El cerebro humano es capaz de ignorar las recompensas y resistirse a las formas ingeniosas que tienen las aplicaciones para secuestrar nuestros cerebros, si somos capaces de aprender algunas técnicas para hacerles frente.
¿Son “adicciones”? Si bien nuevas investigaciones científicas sobre las redes sociales no concuerdan con ese término, el hecho de que no estamos lidiando bien con ellas queda en evidencia en las cenas, donde todos están mirando sus pantallas, e incluso en las aceras, donde peatones distraídos caminan en medio del tráfico. No culpe solamente a la Generación del Milenio. Un nuevo estudio de Nielsen en Estados Unidos indicó que las personas de entre 35 y 49 años pasaban casi siete horas a la semana en las redes sociales, más que las generaciones más jóvenes.
Nuestros cerebros están conectados para “alimentarse vorazmente de información”, dice Adam Gazzaley, neurocientífico de la Universidad de Californa en San Francisco y coautor de The Distracted Mind (algo así como La mente distraída), publicado en 2016. ¿Por qué dejar que las empresas de redes sociales decidan cuándo tentarlo? Apague las notificaciones en su teléfono y su computadora, en particular las de transmisiones de video en vivo, cuyas alertas de “véalo mientras se pueda” están diseñados para provocar miedo a quedarse desinformado.
Esconda su teléfono cuando esté trabajando, conduciendo o socializando con gente importante. Estudios han demostrado que incluso la presencia de un teléfono, aunque esté silenciado, puede dar lugar a un mal desempeño académico o una interacción cara a cara menos significativa.