A pesar del susto y de una caída del peso cercana al 50% (Macri ya devaluó más del doble desde que llegó al poder), hasta ahora el gobierno, sorpresiva y a esta altura irresponsablemente, prefiere aferrarse a su diagnóstico inicial. Macri y su equipo parecen aferrados al plan que los llevaron al fracaso, excepto por el énfasis que ponen ahora en la austeridad fiscal. Están atrapados en una “zona de discomfort”, pero se muestran sin reacción a pesar de los resultados obtenidos.
En privado, algunos funcionarios admiten que al menos que la crisis vuelva a acelerarse, la vocación del Presidente por revisar tanto el diagnóstico como el plan de acción ha quedado postergada sine die. Confirman de ese modo que Cambiemos es un gobierno reactivo, que solo actúa luego de que se desenvuelven los acontecimientos, en vez de aplicar acciones preventivas, para evitar costos políticos mayores. Ejemplo: recién ahora se enviará al Congreso un proyecto de ley de financiamiento de las campañas. Cuando el escándalo de los aportes truchos contamina al todo el sistema político y podría convertirse, si avanzara rápido y en serio la investigación en la justicia, en un dolor de cabeza aún mucho más serio dado que entramos en un año electoral. El gobierno corre siempre detrás de los problemas y, en general, no los alcanza. Me recuerda al pobre Mascherano tratando de perseguir al joven Mbappé.