La segunda consideración que se puede hacer es que el Gobierno no quiere admitir que se equivocó –y gravemente– cuando dispuso el mecanismo de bandas cambiarias: puso la banda en la que el BCRA debe comprar divisas en un lugar demasiado bajo. Tal es así que en seis meses de vigencia de estas bandas solo compró u$s1000 millones, y mientras las tasas de interés estaban en niveles altísimos. Es muy claro que el esquema actual cierra en el mediano plazo si y solo si el BCRA compra una apreciable cantidad de dólares mientras las tasas de interés sean apreciablemente bajas. De otra manera, con este nivel de tasas de interés, los dólares que estarían convirtiéndose a pesos serían no ya “capitales golondrina” sino “capitales buitres” a tasas de interés del 61% nominal anual, o sea, el 80% efectivo anual, cifra que está cerca de triplicar el nivel de inflación esperada para todo el año. Lo cierto es que no hay que engañarse: en un contexto en el que los dólares del FMI se acaban a partir de fines de este año, y no reaparece el crédito voluntario al país, el único expediente al que puede recurrirse para que haya seguridad de pago de la deuda pública es con dólares genuinos que deben comprarse en el mercado. Pero hete aquí que la devaluación fue insuficiente como para que el país amase un suculento superávit de balanza comercial que compense al menos los intereses a pagar de la deuda pública, e incluso, si fuera posible, un margen adicional para que haya fondos suficientes para atender alguna magnitud de fuga de capitales que hubiera. ¿Qué dólar hubiera sido suficiente para que ello ocurriera? No se puede saber. Lo único que puede saberse es que un dólar de $42 no es suficiente. Es claramente insuficiente, por lo que la única manera que habrá en el futuro de seguir encorsetándolo es como se lo ha hecho hasta ahora: con tasas de interés estratosféricas. Pero este mecanismo tiene un límite en su eficiencia con el correr de las semanas y llega un momento en que no alcanza, como ahora luce evidente que ha ocurrido. Y para colmo el BCRA compra con cuentagotas dólares que va a necesitar como el agua para pagar la deuda pública desde 2020.
En síntesis: la política monetaria, cambiaria y financiera que ha elegido el Gobierno desde agosto pasado es desastrosa. La peor que haya encarado este mismo Gobierno. Si aún no se ha percibido en toda su magnitud es porque aún dura la “anestesia” de la tasa de interés sobre la divisa. Y si el FMI autoriza al Gobierno a vender dólares prestados por ese organismo, mucho peor. Podrá calmar al mercado unos meses, y luego...