¿Realmente el coronavirus es tan serio? El especialista Pablo Goldsmith, por caso, dice que no. Como referencia, recordemos que la epidemia por el virus H1N1, otra neumonía viral, provocó en Argentina 685 muertes en 5 meses. No se tomaron medidas excepcionales, cierres de aeropuertos, restricciones a la movilidad individual, cancelación de actividades públicas, y mucho menos la abolición de las garantías constitucionales.
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Pero no entraré en esta discusión, aunque sí debemos considerar el beneficio de la duda porque, de otro modo, estaríamos afirmando que alguien tiene la verdad absoluta lo que es inaceptable. En cualquier caso, aun si la crisis es tan seria, el Estado no debe avasallar el derecho humano de la libertad. Si alguien tiene miedo y quiere ponerse en cuarentena, que lo haga, si teme a los demás, a algún vecino que vino de Europa, que se aísle, pero no hay derecho a forzar a nadie.
No por una cuestión de principios únicamente, sino porque el mercado (las personas, el pueblo) es quién mejor se cuida a sí mismo porque es quién mejor se conoce y quién más interés tiene en su propia salud que, para un burócrata -bien lo sabemos- es un número de expediente. La ineficacia del Estado en el control de epidemias es harto conocida en la historia.
O sea, no se trata de minimizar el problema ni de dejar de atenderlo adecuadamente. Todo lo contrario, se trata de atenderlo con más eficiencia. Violentar al mercado, imponerle coactivamente cierres de empresas y dificultades para circular y trabajar solo ha destruido.
De acuerdo con Bloomberg Economics, la producción industrial china se redujo 3% respecto al año anterior en los primeros dos meses del año, contra 5.7% que había crecido en un ya flojo 2019. La economía solo funcionaba entre el 60% y el 70% de su nivel normal a fines de febrero y le recuperación está siendo más lenta de lo esperado. Para remate, ahora se produce una bola de nieve: la caída inevitable tanto en EE.UU. como en Europa -Italia, la 9ª economía del mundo, bloqueada- repercutirá en China y viceversa.
Como dice el especialista Omar Hassan, “el coronavirus llevará a la bancarrota a más personas de las que mata, y esa es la verdadera emergencia global… es exponencialmente mayor que sus riesgos”. Los billones de dólares eliminados de los mercados financieros la semana pasada son solo el comienzo de una crisis que paralizará a millones, especialmente desde que la epidemia ha formado una tormenta perfecta con caídas del mercado de valores, una guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudita.
Ahora, no es solo una cuestión de que su cuenta bancaría se verá disminuida si no desaparece, el problema de la crisis económica que viene es que significa aumento del desempleo, fuerte caída de los salarios, suba de la pobreza y la marginación -ergo, del delito- disminución de las condiciones de vida y sanitarias de millones y otras lindezas que se traducirán, lamentablemente, en un número de muertes muy superior a las que provocaría el coronavirus.
Como si esto fuera poco, el pánico y la psicosis que alientan los políticos -para justificar su accionar- provoca que la gente asustada colapse las guardias, bajan las defensas corporales y se enferman más y, además, los pacientes exageran los síntomas y los novatos -recién incorporados ante la falta de enfermeros- los envían a cuidados intensivos, saturándolos. La gente en pánico desabastece los supermercados y pierde largas horas/hombre haciendo colas aumentando el estrés.
Mientras que la Fed anunció este domingo que baja su tasa de referencia 1 pp dejándola casi en cero, algo impensable unos meses atrás, a partir del consenso global de “inyectar plata dentro de la economía” y de tomar medidas “anticíclicas”, el argentino estudia la expansión del gasto y un Estado activo, y lanzaría una batería de medidas para preservar los ingresos, el consumo, que beneficie las inversiones para las pyme y -una buena- que reduzca la carga impositiva para alentar la producción.
Se han hecho eco de Angela Merkel que habría dicho que “no importaba el superávit de Alemania”, sino la salud pública y la economía. Para el gobierno “ahora no hay que mirar el déficit”. El problema es de dónde va a salir el dinero, solo la hiperinflación queda como camino, a menos que el gobierno venda propiedades masivamente y desregule fuerte liberando potencialidades.