Ignacio Zuleta 05/11/2023
La precariedad de dos candidatos por delegación
Las fuerzas políticas mayoritarias han mandado a confrontar en el balotaje a dos candidatos vicarios de jefes agazapados. Prueba de esta condición son los esfuerzos de Sergio Massa y Javier Milei para demostrar una independencia que no tienen.
Hace años que son candidatos y siguen alimentado la oscuridad sobre el programa que aplicarían si fueran gobierno. Se timbean diariamente a cambio de adhesiones. Esa opacidad alimenta la duda sobre cuánto quieren sus padrinos que ganen, o si les conviene que pierdan. También cuánto les conviene a los ahijados que se prolongue el padrinazgo.
El parricidio es la contracara del filicidio. Mauricio Macri, a lo Groucho, propuso a Patricia, la impuso en la grilla, perdió, y la reemplaza por Milei. Tengo esta candidata, pero si no les gusta tengo a este otro.
Macri entiende que la política es una cuestión de organizaciones y lanzó al liberista a la cancha para tratar de armar la relación de este nuevo candidato con el electorado en el que se ha referenciado JxC desde hace una década y en donde él sigue teniendo gravitación como jefe del PRO.
Sergio también es un candidato por delegación. Es el ministro del presidente clandestino, el cazador oculto Alberto Fernández, que calla sobre todo. Debe mucho, desde la gestión hasta posicionamientos comprometedores, como Gaza o su amistad con Francisco Bustillo, el renunciado canciller del Uruguay.
Esa amistad era extravagante. Ya electo como presidente en 2019, Alberto viajó a Madrid y se alojó en la residencia del embajador del Uruguay, y no en la de la Argentina, a cargo en aquel momento del expresidente Ramón Puerta, un peronista que en 2015 estuvo cerca de Massa y que no merecía tamaño desaire, que fue más allá de lo personal.
Cristina, el negocio de perder
Sergio también es una función de Cristina de Kirchner, que ha pedido el voto para el oficialismo con poco entusiasmo. Mandó apenas un tuit a un acto de Juan Grabois (que la representó mejor que Sergio en la PASO de su coalición) en el que ni menciona al candidato.
Esa modestia alimenta la idea de que puede preferir una derrota de Massa para que, con Milei en el gobierno, el cristinismo recupere oxígeno y vigencia. Se non è vero, è ben trovato. Tiene oportunidad de desmentirlo antes del 19 de noviembre. La secuencia de cisnes negros de criadero, que le llegan a Massa desde el oficialismo da argumentos a esta presunción.
Se discute si el popó de una paloma venido del cielo es signo de infortunio o de suerte. El cisne carretea para volar, pero cuando vuela y es negro, agarrate. La serie de mensajes que complican la cosecha de votos volátiles hacia Massa tiene como usina a sectores del cristinismo.
Las declaraciones sobre la guerra de Gaza le crean al candidato compromisos poco oportunos para un período pre-electoral paritario como éste. También las decisiones sobre la provisión de naftas. El experto en hidrocarburos más consultado, Daniel Gerold, sanciona en su último reporte que el gobierno no termina de explicar qué pasó.
"El BCRA no vendió las divisas a YPF –afirma– que tenía previsto realizar importaciones para complementar las ventas de su stock, tras paradas parciales significativas en Luján de Cuyo en julio y especialmente agosto, y en La Plata entre agosto hasta noviembre, con reducción importante en octubre. Sin dudas, YPF advirtió esta situación y el Gobierno en su conjunto no la destrabó".
"En el Gobierno –sigue el experto– indican que un mes antes se había explicado la imposibilidad de venta de divisas, y que la empresa emitiera un bono en USD en el mercado local y que el BCRA vendería las divisas al tipo de cambio oficial. Esto no sucedió y en el Gobierno no comprenden la causa". Pero la víctima es el público, y Massa.
Macri, el negocio de perder
Si cabe preguntarse cuánta fe le tiene Cristina a un triunfo de Massa, lo mismo cabe sobre la conveniencia para Macri con relación a Milei. Arriesga con este apoyo a que un fracaso de un gobierno de Milei lo arrastre al abismo y con consagre como un experto en demoliciones.
Mauricio apuesta a convertirse en el conductor de un futuro polo conservador de centro derecha, divorciado de las contaminaciones socialdemócratas y humanistas de la UCR y la Coalición. Es el sueño para el que lo inspira José María Aznar, el mandatario español que prometió que nunca más sería presidente del gobierno en su país y con eso retuvo el poder en el Partido Popular.
Este proyecto lo convierte a Mauricio en una estrella en las ligas conservadoras internacionales. El miércoles estuvo en Buenos Aires Mariano Rajoy, que compartió con Macri un entusiasta diálogo en el seminario de la consultora del exministro Dante Sica. Extendieron las albricias por esta fugaz resurrección en un almuerzo en Happening de la Costanera y en una cena por la noche.
Control de riesgos
El temor al fracaso de un Milei presidente para Juntos por el Cambio justifica el rechazo de algunos sectores al apoyo a Milei. En ese grupo hay diferentes temperamentos. Nicolás Massot insiste en que el apoyo a Milei es un error descomunal desde dos perspectivas.
Una es política. El programa de Milei, entiende, hace agua y no tiene precisión ni posibilidad alguna de éxito. Lo más posible, cree, es que sea otro fracaso. Esa eventualidad lo lleva a una segunda objeción, que es estratégica. Si Milei presidente fracasa, arrastrará a todo JxC al abismo y dejará al peronismo de nuevo en control de la situación.
Como en esa eventualidad ya no estará Massa –perdedor en ese caso de las elecciones– la sortija se la quedan la familia Kirchner y Axel Kicillof. Rafael Pascual, dirigente radical de CABA, agrega una mirada paralela.
"Vamos a volver –dijo esta semana– a una situación muy parecida a la del 2011. La oposición estuvo absolutamente dividida, el que más sacó fue Hermes Binner, que sacó alrededor del 16% y después hubo cuatro o cinco candidatos que sacaron entre el 11 y el 8%, mientras que Cristina Fernández sacó casi el 54%. Yo creo que eso fue el punto de inflexión y el punto de partida para el acuerdo que se hizo en el 2015, para no permitir que siguiera el kirchnerismo devastando el país".
El enojo de fundadores de Cambiemos, como Ernesto Sanz, descree de la hipótesis que sostiene Macri acerca de un Massa hegemónico en caso de ganar. Este Massa –entiende Sanz– no es como el Kirchner de 2003, que tenía una economía en crecimiento, el viento a favor del contexto internacional y que asumía sin oposición. Este Massa maneja una economía maltrecha y tiene una oposición que representa 2/3 del electorado.
Milei, blando de domar
Este entramado de oportunismos debilita también a Milei. ¿Con cuánta fe apoya Macri al liberista? Mandó a que lo bañen, lo peinen, le pongan mordaza, y le reemplacen la motosierra por un cortaúñas desafilado. Los mileistas línea fundadora se resisten como pueden. La electa Diana Mondino insiste en las consignas epatantes como la venta de órganos y las críticas al matrimonio igualitario.
Les atribuyó pediculosis a los clientes de esa franquicia del código civil. Un desacierto piantavotos hacerlo el mismo día cuando se hacía la marcha del orgullo en la CABA pero que busca reactivar al Milei que creció como un malcriado, riendo cuando todos lloran, llorando cuando todos ríen, haciéndose encima y diciendo “caca”.
La política no es para apostadores
Esta tensión sigue a la otra perplejidad que arrolla a los mirones de la política, que no terminan de entender que de los illuminati de Juntos por el Cambio, que representaron con éxito al 42% del voto no peronista durante una década, naufragasen atados a un rizo de Patricia Bullrich.
Víctimas del internismo, sus dirigentes jugaron a todo o nada. Un político nunca se juega un pleno. Apuestan al paño, docena, par e impar, color o calle. Si ganan, festejan, si pierden tienen un plan alternativo. Los perdedores de este turno no tienen plan B. No lo tienen Horacio Rodríguez Larreta, Patricia, Macri, Luis Petri y otros, hoy vecinos de su casa, sin banca ni cargo que los sostenga en el futuro.
Jugar a todo o nada es signo de debilidad. La política no es para apostadores. Los políticos viven de que otros apuesten por ellos. Tampoco es de políticos sólidos andar cambiando de número. Los políticos fuertes siempre juegan al mismo número, ganen o pierdan. Y alguna vez se les da ganar. Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Lula y otros que han hecho camino, jugaron siempre al mismo número.
Atacar a la Corte, negocio a pérdida
También conspira contra la campaña de Massa la insistencia del cristinismo en avanzar en el juicio a la Suprema Corte. Es una herida absurda porque desde que comenzaron las sesiones de la comisión en Diputados, el oficialismo nunca tuvo más que los 16 votos originarios. El trámite de las audiencias nunca les permitió aumentarlos.
Esos 16 votos en la comisión equivalen a los 118 que tiene el oficialismo en el recinto. Muy lejos del porcentaje que necesitan para aprobar el enjuiciamiento. ¿Para qué tanta prisa en avanzar cuando está destinado al fracaso? Seguramente para comprometerlo a Massa en un encuadramiento que le puede restar votos.
La venganza, cuando hace más daño
Juan Schiaretti y Roberto Lavagna atacan a Massa al pegarlo al proyecto de juicio a la Corte. Los dos saben que las elecciones no son cuestión de candidatos sino de organizaciones, y ellos buscan identificarse con un electorado que rechaza estas lindezas inoportunas del cristinismo, como hostigar a la Corte sabiendo que no tienen los votos para el juicio.
Lavagna y Schiaretti también saben que es un empeño destinado al fracaso, pero igual alzaron la voz. Es una manera de distanciarse de Massa. Son los abanderados de un peronismo moderado, que entre 2017 y 2019 participaron de la mesa de Córdoba junto a Miguel Pichetto, Sergio Massa y Juan Urtubey, un entendimiento que podría haberse convertido en una alterativa para enfrentar al peronismo cristinista.
Se rompió antes de las elecciones de 2019 cuando Massa regresó al redil del AMBA, del cual se había distanciado desde 2009. Significó la reunificación del peronismo que le permitió recuperar el poder ese año con la fórmula de los Fernández.
Este martes se reúne la comisión de Juicio Político, pero no podrá tener dictamen porque debe darse vista los escritos de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti en respuesta a las acusaciones. Seguramente pasará a después de las elecciones, pero el daño al equilibro de Massa ya estará hecho. Pacientes a su edad, han esperado a este momento, el del mayor daño posible, para vengarse de aquella traición que le hizo Massa a la mesa de Córdoba.
Massa intenta la quimera de que el dentífrico vuelva entrar al pomo como el ministro candidato que arruinó la economía. Una ironía en un país donde el paradigma explicativo estándar sostiene que la raíz de su crisis es la economía. No lo parece, si Massa ganó la primera vuelta reteniendo, a la baja, el 37% histórico de los votos del peronismo.
Seguramente no es la economía. Y no era el mejor candidato de su fuerza. El peronismo del AMBA cortó cualquier posibilidad de reunificarse con el peronismo del interior, que les hubiera permitido exhibir un candidato que expresara de manera más comprensiva a su electorado. No haber podido unificar la propuesta con Juan Schiaretti, el gobernador peronista más importante, reveló una incapacidad de la dirigencia para identificar el interés colectivo.
También actuó el ombliguismo del peronismo del AMBA que vuelve a arriesgar el poco poder que tiene apostando a un candidato y a una fracción que privilegia más interés particular de los dirigentes que el interés del conjunto.