El control de precios es un mecanismo por el cual una autoridad gubernamental impone montos determinados para los precios de bienes y servicios dentro de un mercado determinado, usualmente con la finalidad de mantener la disponibilidad de esos bienes y servicios para los consumidores, evitar incrementos de precio durante periodos de escasez, o inclusive para asegurar una renta en beneficio de los productores de ciertos bienes, de la misma manera que un subsidio. Otra forma de ejecutar un control de precios consiste en la fijación de precios máximos o precios mínimos.
La existencia del control de precios se remonta a la Antigüedad. En el Antiguo Testamento se insistía en que la autoridad mantenga un límite sobre los precios en el comercio entre las tribus de Israel. En el año 301 el emperador romano Diocleciano emitió su "Edicto sobre Precios Máximos" que regulaba prácticamente todo el comercio de bienes y servicios dentro del Imperio romano, incluyendo tarifas de transporte y salarios de soldados y jornaleros. Durante el Antiguo Régimen el mercantilismo produjo numerosas medidas de control de precios, como la tasa de granos. Durante la Revolución francesa, la Convención Nacional emitió la "Ley del máximum general" (Loi du maximum général, 1793) fijando precios máximos para los cereales panificables. La necesidad de reiteración de las medidas de control de precio era prueba del poco éxito en su aplicación.
Históricamente, los controles de precios han sido impuestos como parte de programas de transformación económica más amplios, combinándose con controles sobre los salarios y otras herramientas de regulación económica.
Si bien el intervencionismo económico clásico considera que los controles de precios resultan necesarios para asegurar una mínima disponibilidad de bienes para el consumo masivo, la escuela del liberalismo económico condena el control de precios al considerar que, mantener un precio artificialmente bajo alienta el consumo de forma desmesurada hasta agotar la disponibilidad de un bien o servicio; al mismo tiempo, el control de precios desalienta la producción de bienes cuyo precio no alcanza a cubrir su propio costo de elaboración, generando así una escasez artificial. Alegan los seguidores de esta escuela que, precisamente, las experiencias de control de precios a escala masiva en la historia humana (incluyendo a la antigua Roma y la Francia revolucionaria) han generado siempre un resultado negativo para las economías implicadas.
La existencia del control de precios se remonta a la Antigüedad. En el Antiguo Testamento se insistía en que la autoridad mantenga un límite sobre los precios en el comercio entre las tribus de Israel. En el año 301 el emperador romano Diocleciano emitió su "Edicto sobre Precios Máximos" que regulaba prácticamente todo el comercio de bienes y servicios dentro del Imperio romano, incluyendo tarifas de transporte y salarios de soldados y jornaleros. Durante el Antiguo Régimen el mercantilismo produjo numerosas medidas de control de precios, como la tasa de granos. Durante la Revolución francesa, la Convención Nacional emitió la "Ley del máximum general" (Loi du maximum général, 1793) fijando precios máximos para los cereales panificables. La necesidad de reiteración de las medidas de control de precio era prueba del poco éxito en su aplicación.
Históricamente, los controles de precios han sido impuestos como parte de programas de transformación económica más amplios, combinándose con controles sobre los salarios y otras herramientas de regulación económica.
Si bien el intervencionismo económico clásico considera que los controles de precios resultan necesarios para asegurar una mínima disponibilidad de bienes para el consumo masivo, la escuela del liberalismo económico condena el control de precios al considerar que, mantener un precio artificialmente bajo alienta el consumo de forma desmesurada hasta agotar la disponibilidad de un bien o servicio; al mismo tiempo, el control de precios desalienta la producción de bienes cuyo precio no alcanza a cubrir su propio costo de elaboración, generando así una escasez artificial. Alegan los seguidores de esta escuela que, precisamente, las experiencias de control de precios a escala masiva en la historia humana (incluyendo a la antigua Roma y la Francia revolucionaria) han generado siempre un resultado negativo para las economías implicadas.