A mí me gusta mucho la Historia. Enseña cosas y permite comprender dónde estamos parados y porque.
A razón de recordar la fecha del estallido del Plan Primavera, que dió inicio hacia la hiperinflación de 1989, encontré un artículo bastante bueno rememorando lo que pasó entonces.
Lindo para leerlo y discutirlo, viendo errores y aciertos del pasado buscando soluciones futuras para los problemas del presente:
El Plan Primavera, en lo que fue el último intento del gobierno de Raúl Alfonsín por detener, sin éxito, la escalada inflacionaria y reactivar la economía. Fueron, en realidad, los prolegómenos de la hiperinflación que luego se desataría.
El equipo económico liderado por Juan Sourrouille (Juan Sourrouille, José Machinea, Adolfo Canitrot y Mario Brodersohn) anunció el 3 de agosto de 1988 el paquete de medidas en un contexto de una inflación de dos dígitos, y una gran debilidad política tras la derrota en las elecciones legislativas del 87.
Varias similitudes con el contexto actual hacen que hoy los analistas desempolven la historia del Primavera basado en controles de precios, de salarios públicos, tarifas y del tipo de cambio.
Se venía del ocaso del Plan Austral -que, vale recordar, consiguió reactivar la economía y aplastar la inflación dando lugar a uno de los mejores momentos económicos de la historia-y del Australito. La inflación entre enero y julio de 1988 había saltado y acumulado 178%. Los organismos financieros internacionales presionaban por ajustes. Los grandes déficits de las empresas públicas ya eran inmanejables, al igual que el de la Tesorería que se retroalimentaba por el cuasi fiscal del Banco Central. Fueron los tiempos del festival de bonos, con nombres más parecidos a medicamentos que a activos financieros (Tidol, Denor, Tacam, Ticof, Bagon, Ledo, Leda, Lefa, Barra). Se imponía un ataque frontal a la inflación, ante el fracaso de las concertaciones, la aceleración de la espiral precios-salarios, la suba de las tasas de interés y la creciente dolarización de los ahorros internos.
Si bien el plan contenía cierto componente heterodoxo, esto resultó adecuado, según los historiadores, a una circunstancia de innegable deterioro del poder político de Raúl Alfonsín (estaba completando su quinto año de mandato). Vale recordar que el ex presidente sufrió en carne propia una recordada silbatina en la inauguración de la Exposición Rural de Palermo luego del lanzamiento del plan. También fue duramente rechazado por la CGT, que venía con Saúl Ubaldini a la cabeza de paro en paro. Pero tuvo el apoyo explícito de la UIA y la Cámara Argentina de Comercio, al privilegiarlas con exportaciones industriales con reembolsos y otros alicientes, como el mantenimiento de los Programas Especiales de Exportación (PEEX) creados por Roberto Lavagna, desde la Secretaría de Industria. Estos programas consistían en reembolsos a las exportaciones industriales ante el compromiso de incrementar las cantidades vendidas al exterior. Dieron lugar a una serie de desmanejos.
Opción
Los derechos de exportación eran de 5%. Para subirlos, Alfonsín necesitaba del respaldo de la oposición que dominaba el Congreso. No podía. Por ello se optó por desdoblar el mercado cambiario.
Los exportadores estaban obligados a vender sus divisas al tipo de cambio oficial mientras que el libre, para importar, era 20% más alto. Eran las pocas alternativas que contaba el gobierno para hacerse de los dólares necesarios para cumplir los compromisos de la deuda externa, reestructurada en 1987; a la vez que servía para apuntalar al sector financiero seriamente golpeado por la fuga de capitales.
Se intentó no congelar los precios, sino, más bien, llegar a un acuerdo desindexatorio con las empresas líderes, que a cambio obtuvieron una baja en el IVA, lo que posteriormente impactó fuerte en la recaudación tributaria profundizando el desequilibrio fiscal.
El objetivo político del plan era estabilizar las expectativas inflacionarias evitando una aceleración irrefrenable, a menos de un año de las elecciones presidenciales. Estos fueron los puntos salientes: . Para estabilizar los precios, se convalidaron los aumentos a julio congelando los valores al 2 de agosto. Se autorizaron alzas de 1,5% en la segunda quincena de agosto y 3,5% en setiembre. Se aplicó un tarifazo en los servicios públicos de 30% y un congelamiento. Se mantuvieron las paritariassin topes (los públicos subieron 25%). Se redujo la alícuota del IVA de 18% a 15% y se permitió desgravar el tributo para la importación de máquinas. Se cancelaron aportes del Tesoro para obras públicas.
Para combatir el déficit del BCRA, se reagruparon los depósitos indisponibles y demás encajes remunerados, y hubo promesas de reducción de redescuentos al Banco Hipotecario Nacional.
La política comercial consistió en reducir retenciones a las exportaciones de 500 productos, la eliminación de 3.000 posiciones para importar sin consulta previa. Se mantuvieron los reembolsos y los programas especiales de exportación.
El mercado cambiario se desdobló, pasando las exportaciones sin reembolsos (principalmente productos primarios y sus manufacturas) a liquidarse por el mercado comercial, mientras que las que tenían reembolsos ( industriales) pasaban 50% por el comercial y 50% por el financiero. Las importaciones pasaban a liquidarse por el tipo de cambio financiero. La devaluación nominal fue de 11,4% (12 australes por dólar) y 22,5% para las exportaciones y 33,6% en el caso de las importaciones. El BCRA comenzó a licitar dólares en el financiero.
Debilidades
Las medidas tuvieron cierto éxito inicial, ya que en diciembre la inflación se mantuvo en un dígito. Pero el plan presentaba dos fuertes debilidades, la escasez de divisas y la incertidumbre política generada por las inminentes elecciones.
Mientras, seguía creciendo el déficit cuasi fiscal a raíz que la emisión monetaria, necesaria para financiar el gasto público, que era luego absorbida por el BCRA mediante la colocación compulsiva de bonos y encajes a los bancos para retirar el dinero de circulación.
En el verano del 89 el colapso era previsible. La corrida se inició a fines de enero, cuando trascendió que el Banco Mundial suspendería su ayuda a la Argentina. En unos pocos días, el Banco Central sacrificó u$s 900 millones de las reservas para sostener el austral. Pero la fuga hacia el dólar continuaba por lo que el 6 de febrero se decidió crear un nuevo mercado cambiario, el libre. Esto fue el acta de defunción del Plan Primavera. El dólar más que triplicó su valor entre abril y mayo.
El sistema de cambios múltiples, usado para impedir el traslado de la devaluación a los precios internos alentaba que los exportadores no liquidaran las divisas. La híper se gestaba. La inflación llegó a 80% en mayo, y el gobierno radical veía escurrir entre sus manos el escaso poder que había logrado retener.
A razón de recordar la fecha del estallido del Plan Primavera, que dió inicio hacia la hiperinflación de 1989, encontré un artículo bastante bueno rememorando lo que pasó entonces.
Lindo para leerlo y discutirlo, viendo errores y aciertos del pasado buscando soluciones futuras para los problemas del presente:
El Plan Primavera, en lo que fue el último intento del gobierno de Raúl Alfonsín por detener, sin éxito, la escalada inflacionaria y reactivar la economía. Fueron, en realidad, los prolegómenos de la hiperinflación que luego se desataría.
El equipo económico liderado por Juan Sourrouille (Juan Sourrouille, José Machinea, Adolfo Canitrot y Mario Brodersohn) anunció el 3 de agosto de 1988 el paquete de medidas en un contexto de una inflación de dos dígitos, y una gran debilidad política tras la derrota en las elecciones legislativas del 87.
Varias similitudes con el contexto actual hacen que hoy los analistas desempolven la historia del Primavera basado en controles de precios, de salarios públicos, tarifas y del tipo de cambio.
Se venía del ocaso del Plan Austral -que, vale recordar, consiguió reactivar la economía y aplastar la inflación dando lugar a uno de los mejores momentos económicos de la historia-y del Australito. La inflación entre enero y julio de 1988 había saltado y acumulado 178%. Los organismos financieros internacionales presionaban por ajustes. Los grandes déficits de las empresas públicas ya eran inmanejables, al igual que el de la Tesorería que se retroalimentaba por el cuasi fiscal del Banco Central. Fueron los tiempos del festival de bonos, con nombres más parecidos a medicamentos que a activos financieros (Tidol, Denor, Tacam, Ticof, Bagon, Ledo, Leda, Lefa, Barra). Se imponía un ataque frontal a la inflación, ante el fracaso de las concertaciones, la aceleración de la espiral precios-salarios, la suba de las tasas de interés y la creciente dolarización de los ahorros internos.
Si bien el plan contenía cierto componente heterodoxo, esto resultó adecuado, según los historiadores, a una circunstancia de innegable deterioro del poder político de Raúl Alfonsín (estaba completando su quinto año de mandato). Vale recordar que el ex presidente sufrió en carne propia una recordada silbatina en la inauguración de la Exposición Rural de Palermo luego del lanzamiento del plan. También fue duramente rechazado por la CGT, que venía con Saúl Ubaldini a la cabeza de paro en paro. Pero tuvo el apoyo explícito de la UIA y la Cámara Argentina de Comercio, al privilegiarlas con exportaciones industriales con reembolsos y otros alicientes, como el mantenimiento de los Programas Especiales de Exportación (PEEX) creados por Roberto Lavagna, desde la Secretaría de Industria. Estos programas consistían en reembolsos a las exportaciones industriales ante el compromiso de incrementar las cantidades vendidas al exterior. Dieron lugar a una serie de desmanejos.
Opción
Los derechos de exportación eran de 5%. Para subirlos, Alfonsín necesitaba del respaldo de la oposición que dominaba el Congreso. No podía. Por ello se optó por desdoblar el mercado cambiario.
Los exportadores estaban obligados a vender sus divisas al tipo de cambio oficial mientras que el libre, para importar, era 20% más alto. Eran las pocas alternativas que contaba el gobierno para hacerse de los dólares necesarios para cumplir los compromisos de la deuda externa, reestructurada en 1987; a la vez que servía para apuntalar al sector financiero seriamente golpeado por la fuga de capitales.
Se intentó no congelar los precios, sino, más bien, llegar a un acuerdo desindexatorio con las empresas líderes, que a cambio obtuvieron una baja en el IVA, lo que posteriormente impactó fuerte en la recaudación tributaria profundizando el desequilibrio fiscal.
El objetivo político del plan era estabilizar las expectativas inflacionarias evitando una aceleración irrefrenable, a menos de un año de las elecciones presidenciales. Estos fueron los puntos salientes: . Para estabilizar los precios, se convalidaron los aumentos a julio congelando los valores al 2 de agosto. Se autorizaron alzas de 1,5% en la segunda quincena de agosto y 3,5% en setiembre. Se aplicó un tarifazo en los servicios públicos de 30% y un congelamiento. Se mantuvieron las paritariassin topes (los públicos subieron 25%). Se redujo la alícuota del IVA de 18% a 15% y se permitió desgravar el tributo para la importación de máquinas. Se cancelaron aportes del Tesoro para obras públicas.
Para combatir el déficit del BCRA, se reagruparon los depósitos indisponibles y demás encajes remunerados, y hubo promesas de reducción de redescuentos al Banco Hipotecario Nacional.
La política comercial consistió en reducir retenciones a las exportaciones de 500 productos, la eliminación de 3.000 posiciones para importar sin consulta previa. Se mantuvieron los reembolsos y los programas especiales de exportación.
El mercado cambiario se desdobló, pasando las exportaciones sin reembolsos (principalmente productos primarios y sus manufacturas) a liquidarse por el mercado comercial, mientras que las que tenían reembolsos ( industriales) pasaban 50% por el comercial y 50% por el financiero. Las importaciones pasaban a liquidarse por el tipo de cambio financiero. La devaluación nominal fue de 11,4% (12 australes por dólar) y 22,5% para las exportaciones y 33,6% en el caso de las importaciones. El BCRA comenzó a licitar dólares en el financiero.
Debilidades
Las medidas tuvieron cierto éxito inicial, ya que en diciembre la inflación se mantuvo en un dígito. Pero el plan presentaba dos fuertes debilidades, la escasez de divisas y la incertidumbre política generada por las inminentes elecciones.
Mientras, seguía creciendo el déficit cuasi fiscal a raíz que la emisión monetaria, necesaria para financiar el gasto público, que era luego absorbida por el BCRA mediante la colocación compulsiva de bonos y encajes a los bancos para retirar el dinero de circulación.
En el verano del 89 el colapso era previsible. La corrida se inició a fines de enero, cuando trascendió que el Banco Mundial suspendería su ayuda a la Argentina. En unos pocos días, el Banco Central sacrificó u$s 900 millones de las reservas para sostener el austral. Pero la fuga hacia el dólar continuaba por lo que el 6 de febrero se decidió crear un nuevo mercado cambiario, el libre. Esto fue el acta de defunción del Plan Primavera. El dólar más que triplicó su valor entre abril y mayo.
El sistema de cambios múltiples, usado para impedir el traslado de la devaluación a los precios internos alentaba que los exportadores no liquidaran las divisas. La híper se gestaba. La inflación llegó a 80% en mayo, y el gobierno radical veía escurrir entre sus manos el escaso poder que había logrado retener.