A Noruega y Venezuela las une el petróleo. Pero las desune lo que una y otra han hecho con el petróleo. Una ahorró, la otra gastó. O mejor dicho: gastó mal, en demagogia y en proselitismo y ahora sufre una economía en bancarrota. Pregunta de respuesta fácil: ¿A quién nos parecemos más?
Los dos países que hoy son un reverso han sido muy afortunados. El mar del Norte le dio a Noruega un mar de petróleo. Y la Faja del Orinoco se lo dio a Venezuela. Si son ciertas las reservas que declaró no hace muchos años, Venezuela tiene más que la propia Arabia Saudita. No hablamos de calidad de petróleo sino de dólares.
Noruega es un país de invierno y Venezuela uno de verano. El frío siempre enseña mejor. Antes o después está la responsabilidad con que cada sociedad se anticipa al futuro y se hace cargo de las consecuencias de no saber o de no querer anticiparse.
Los dos ganaron muchísimo dinero en los tiempos no lejanos de valores altísimos del crudo. Venezuela se dedicó a dilapidar esas ganancias. Noruega armó un fondo de US$ 800.000 millones para afrontar momentos de crisis y al mismo tiempo desarrolló una de las sociedades más equitativas del mundo.
La Venezuela chavista no tiene nada o tiene muy poco. Las góndolas vacías y las colas en los supermercados son más elocuentes que las cifras. Daremos sólo dos: la inflación del 270% anual es la más alta del mundo y el dólar paralelo cotiza casi cien veces más que el oficial. Un caos.
Derrochó la renta petrolera en consumos de un Estado ineficiente y parasitario y en ayudas cargadas de clientelismo y de corrupción. Dejó su dinero en valijas como aquella que trajo Antonini Wilson para la campaña electoral de Cristina en 2007. Esa Venezuela fue pionera. Creyó eterno su petróleo como aquí pensamos eterna la soja. Seguimos sus pasos cuando el kirchnerismo despilfarró esa renta extraordinaria sin ninguna transformación en la estructura económica. Hasta perdimos el autoabastecimiento energético.
El chavismo y el kirchnerismo nos han dejado lejos, muy lejos de Noruega. Las naciones progresan o se atrasan no sólo por sus recursos naturales. El principal motor del progreso es la capacidad de desarrollar la economía más allá de una bonanza circunstancial.
Mucha gente puede en algún momento festejar el carnaval en el que se consumen todos los recursos. Pero como el carnaval, esa fiesta en algún momento se termina.
Ricardo Roa
Los dos países que hoy son un reverso han sido muy afortunados. El mar del Norte le dio a Noruega un mar de petróleo. Y la Faja del Orinoco se lo dio a Venezuela. Si son ciertas las reservas que declaró no hace muchos años, Venezuela tiene más que la propia Arabia Saudita. No hablamos de calidad de petróleo sino de dólares.
Noruega es un país de invierno y Venezuela uno de verano. El frío siempre enseña mejor. Antes o después está la responsabilidad con que cada sociedad se anticipa al futuro y se hace cargo de las consecuencias de no saber o de no querer anticiparse.
Los dos ganaron muchísimo dinero en los tiempos no lejanos de valores altísimos del crudo. Venezuela se dedicó a dilapidar esas ganancias. Noruega armó un fondo de US$ 800.000 millones para afrontar momentos de crisis y al mismo tiempo desarrolló una de las sociedades más equitativas del mundo.
La Venezuela chavista no tiene nada o tiene muy poco. Las góndolas vacías y las colas en los supermercados son más elocuentes que las cifras. Daremos sólo dos: la inflación del 270% anual es la más alta del mundo y el dólar paralelo cotiza casi cien veces más que el oficial. Un caos.
Derrochó la renta petrolera en consumos de un Estado ineficiente y parasitario y en ayudas cargadas de clientelismo y de corrupción. Dejó su dinero en valijas como aquella que trajo Antonini Wilson para la campaña electoral de Cristina en 2007. Esa Venezuela fue pionera. Creyó eterno su petróleo como aquí pensamos eterna la soja. Seguimos sus pasos cuando el kirchnerismo despilfarró esa renta extraordinaria sin ninguna transformación en la estructura económica. Hasta perdimos el autoabastecimiento energético.
El chavismo y el kirchnerismo nos han dejado lejos, muy lejos de Noruega. Las naciones progresan o se atrasan no sólo por sus recursos naturales. El principal motor del progreso es la capacidad de desarrollar la economía más allá de una bonanza circunstancial.
Mucha gente puede en algún momento festejar el carnaval en el que se consumen todos los recursos. Pero como el carnaval, esa fiesta en algún momento se termina.
Ricardo Roa