La emisión de US$16.500 millones en deuda realizada por Argentina es la última evidencia de que a los inversionistas en bonos les gustan las grandes ofertas.
En años recientes, los inversionistas en deuda empresarial —y ahora también en deuda de mercados emergentes— se han volcado hacia las grandes transacciones, con la creencia de que esos bonos se compran y se venden más fácilmente que las pequeñas emisiones.
Algunos inversionistas dicen que el tamaño puede ocultar el riesgo. Los bonos de Argentina tienen sólo una calificación de B-menos de Standard & Poor’s Ratings Services, una sólida nota en la categoría chatarra, y el país tiene el antecedente de haber entrado en cesación de pagos en 2001 sobre más de US$80.000 millones en deuda, en aquel momento el mayor default de deuda soberana de la historia.
El interés en Argentina se produce cuando la venta de deuda ha alcanzado niveles récord en los últimos años, impulsada en parte por la política expansiva de los bancos centrales de las grandes economías que tras la crisis financiera buscaron reactivar el crecimiento económico a través de tasas de interés bajas. Este giro redujo los costos de endeudamiento para los emisores y estimuló la demanda de los inversionistas por bonos que ofrecieran rendimientos relativamente altos, condiciones que también ayudaron a Argentina a atraer interesados para sus bonos el martes.
MIKE CHERNEY
para WSJ