Si la Nasa sabe mucho, pero las mentes brillantes son humanos y por ende también se equivocan:
El invierno nuclear, según Carl Sagan
El astrónomo Carl Sagan es una respetada figura dentro del mundo de la divulgación científica, y su trabajo se considera un ejemplo a la hora de acercar la ciencia al público, pero también él metió la pata en alguna ocasión.
En 1983, junto a otros autores, publicó en la revista Science un artículo titulado Invierno nuclear: las consecuencias globales de múltiples explosiones nucleares, advirtiendo que una guerra nuclear podría elevar una densa nube de polvo a la atmósfera, cubriendo la Tierra y bloqueando la luz del sol. Esto podría provocar un cambio climático similar al que causó la extinción de los dinosaurios.
Científicos climáticos de todo el mundo acogieron este estudio con escepticismo, argumentando que el trabajo de Sagan pasaba por alto algunos factores, como que el polvo tendría que alcanzar las capas más altas de la atmósfera para no ser dispersado por la lluvia y otras precipitaciones.
En 1990, Sagan y los demás autores del artículo original publicaron una rectificación, reconociendo los fallos en sus cálculos y estableciendo que una guerra nuclear total podría reducir, como mucho, las temperaturas de los climas fríos a unos 2 grados de media, lo cual sería manejable para la especie humana.
La fusión fría está aquí, según Stanley Pons y Martin Fleischmann
Aunque los químicos Stanley Pons y Martin Fleischmann, de la Universidad de Utah, no son especialmente brillantes, pero sí conocidos, puesto que la temática de su trabajo es una de las cuestiones en la que equipos de investigación del mundo entero trabajaron con ahínco: la fusión fría como fuente de energía. Por eso incluimos su metedura de pata en esta lista, porque hicieron a la comunidad científica levantar la cabeza con expectación para dejarles un sentimiento de chasco y decepción colectivos.
Ambos anunciaron en 1989 a bombo y platillo que los problemas energéticos del mundo estaban resueltos. Aseguraron que habían logrado desentrañar el proceso de fusión nuclear en el laboratorio a través de la electrólisis del óxido de deuterio. Según sus estudios, acercando lo suficiente el núcleo del deuterio a un electrodo hecho de paladio y platino, éstos se fusionaba, liberando energía. Si lo que decían era cierto, habían duplicado la fuente de energía del Sol en un tubo de ensayo.
El problema es que ningún otro científico en todo el mundo ha conseguido replicar el proceso que ellos describieron, y no será porque no lo han intentado. Y ésa es otra de las claves del método científico: los experimentos tienen que ser reproducibles por terceros con los mismos resultados, o no serán válidos.
El invierno nuclear, según Carl Sagan
El astrónomo Carl Sagan es una respetada figura dentro del mundo de la divulgación científica, y su trabajo se considera un ejemplo a la hora de acercar la ciencia al público, pero también él metió la pata en alguna ocasión.
En 1983, junto a otros autores, publicó en la revista Science un artículo titulado Invierno nuclear: las consecuencias globales de múltiples explosiones nucleares, advirtiendo que una guerra nuclear podría elevar una densa nube de polvo a la atmósfera, cubriendo la Tierra y bloqueando la luz del sol. Esto podría provocar un cambio climático similar al que causó la extinción de los dinosaurios.
Científicos climáticos de todo el mundo acogieron este estudio con escepticismo, argumentando que el trabajo de Sagan pasaba por alto algunos factores, como que el polvo tendría que alcanzar las capas más altas de la atmósfera para no ser dispersado por la lluvia y otras precipitaciones.
En 1990, Sagan y los demás autores del artículo original publicaron una rectificación, reconociendo los fallos en sus cálculos y estableciendo que una guerra nuclear total podría reducir, como mucho, las temperaturas de los climas fríos a unos 2 grados de media, lo cual sería manejable para la especie humana.
La fusión fría está aquí, según Stanley Pons y Martin Fleischmann
Aunque los químicos Stanley Pons y Martin Fleischmann, de la Universidad de Utah, no son especialmente brillantes, pero sí conocidos, puesto que la temática de su trabajo es una de las cuestiones en la que equipos de investigación del mundo entero trabajaron con ahínco: la fusión fría como fuente de energía. Por eso incluimos su metedura de pata en esta lista, porque hicieron a la comunidad científica levantar la cabeza con expectación para dejarles un sentimiento de chasco y decepción colectivos.
Ambos anunciaron en 1989 a bombo y platillo que los problemas energéticos del mundo estaban resueltos. Aseguraron que habían logrado desentrañar el proceso de fusión nuclear en el laboratorio a través de la electrólisis del óxido de deuterio. Según sus estudios, acercando lo suficiente el núcleo del deuterio a un electrodo hecho de paladio y platino, éstos se fusionaba, liberando energía. Si lo que decían era cierto, habían duplicado la fuente de energía del Sol en un tubo de ensayo.
El problema es que ningún otro científico en todo el mundo ha conseguido replicar el proceso que ellos describieron, y no será porque no lo han intentado. Y ésa es otra de las claves del método científico: los experimentos tienen que ser reproducibles por terceros con los mismos resultados, o no serán válidos.