Mauricio Macri le ofreció a Luis Caputo quedarse como su asesor. Ocurrió tres semanas antes de que el ahora ex presidente del Banco Central comunicara su renuncia este 25 de septiembre. Fue cuando acordó su salida con el Presidente ante el confesado desgaste de su relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Toto”, el broker exitoso que en diciembre de 2015 incursionó en la función pública, rechazó la propuesta. Optó por ahora por descansar en su casa y dedicarse un tiempo a la familia, que lo vio menos que nunca en los últimos tres años. No lo motiva volver al trading, pero tampoco sabe qué hará.
Caputo, sobre quien pesan 14 causas penales, incluida aquella por la presunta sociedad oculta en Estados Unidos, comentaba que dedicaba todo su sueldo como funcionario a pagar los honorarios a su abogado Matías Cúneo Libarona. Muchas noches, después de trabajar, se juntaba con él para preparar su defensa. También estaba cansado de la exposición pública que le supuso su paso por el Estado, incluido el escrache que le propinó un empresario pyme agobiado por la crisis a fines de agosto en la Trattoria Olivetti. Se quejaba de que uno de los pocos fines de semana largos que se tomó en casi tres años, en agosto pasado, terminó fotografiado panza arriba en Río de Janeiro.
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El día en que presentó su renuncia recibió un Whatsapp de Christine Lagarde con un agradecimiento por el trabajo conjunto de los últimos meses: “Sólo tuvimos diferencias en la intervención cambiaria”. Los empleados de la mesa de operaciones del Banco Central lo despidieron con un aplauso. “Sabía más del mercado que (Martín) Redrado”, concluyó uno.
Pero la salida de Caputo, lejos de festejarse, puso en evidencia la crisis de mando de Macri, su incapacidad para controlar el equipo. Él y su gobierno nunca olvidarán aquel fin de semana de caos del 1º y 2 de septiembre. El ingeniero con experiencia en gerenciar empresas, Boca Juniors y la ciudad de Buenos Aires con un modelo de tablero de control dejó trascender ingresos en su equipo de funcionarios que finalmente no se concretaron: Carlos Melconian, Alfonso Prat-Gay, Martín Lousteau y Ernesto Sanz. En el medio de versiones de renuncia del ministro de Hacienda, este disentía sin perder la cordialidad con Caputo, que no acataba el acuerdo de junio pasado por el que el FMI establecía que el Banco Central debía limitar la venta de reservas para controlar el dólar.
“Había que renegociar con el Fondo porque los acreedores desconfiaban de que se pudiera pagar la deuda y la estrategia fue que mientras se negociaba, ‘Toto’ interviniera para que el dólar no se disparara”, argumentan cerca de Caputo. En cambio, uno de sus amigos admite: “Tenía dificultades con Dujovne, que quizás interpretó mejor la situación y se posicionó como amigo del FMI cuando Macri vio que Lagarde era su única salvación”.
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Aquel domingo 2 se anunció que “Toto” -o “el Messi de las finanzas”, como lo definió el inamovible jefe de Gabinete, Marcos Peña- iba a viajar con Dujovne al día siguiente a negociar con el FMI. Pero al día siguiente Caputo se quedó en Buenos Aires con el argumento de que debía estar aquí para controlar la evolución del mercado cambiario, aquel donde el dólar subió de 28 a 38 pesos en sus tres meses de gestión. “Christine, me voy a quedar para monitorear desde aquí el mercado de cambios”, le whatsappeó Caputo a Lagarde. Pero fuentes cercanas al ahora ex presidente del Banco Central cuentan que fue Dujovne quien convenció a Peña de que era preferible que volara sin “Toto”.
El ministro de Hacienda, que fue ganando poder poco a poco desde que asumió el cargo en enero de 2017, viajó con su entonces número dos y actual jefe de la autoridad monetaria, Guido Sandleris, y con el vicepresidente primero del Central, Gustavo Cañonero, un amigo de Caputo de sus tiempos del Deutsche Bank que permanecerá en su puesto. Cañonero le aportará su expertise a Sandleris, con más experiencia académica que en la función pública.
Dujovne reprochaba además que Caputo hubiese aconsejado a Macri el anuncio de un adelanto de fondos del FMI, el 29 de agosto, que aún debía negociarse. También peleaban los egos: a Dujovne le molestaba que lo dieran por echado mientras al ex jefe del Central lo elogiaban pese a las pérdidas de reservas y de valor del peso.
Dujovne se encontró el 5 de septiembre con Lagarde. Ella le comentó lo que una semana después le diría a Financial Times: que la política monetaria de la Argentina debía tener “claridad, transparencia, información adecuada y debida para los operadores del mercado y una mejor comunicación”. También le recriminó el comportamiento de Caputo y en la práctica pidió su cabeza, no por una cuestión personal, sino porque seguía vendiendo reservas, según fuentes allegadas al ex trader que fue secretario de Finanzas en el primer año de Macri -cuando negoció con los fondos buitres y el resto de los holdouts- y después ministro del área hasta junio pasado. Otros informantes oficiales y conocedores de las finanzas internacionales descreen que el FMI haya reclamado su alejamiento, pero admiten que la crítica se centró en su rebeldía a la hora de aplicar el pacto que el FMI había sellado con su antecesor, Federico Sturzenegger, un economista con más logros académicos que en la administración pública.
Dujovne le comunicó a Macri y Peña los reproches de Lagarde a Caputo y desde entonces su suerte quedó echada. Es decir, 20 días antes de que el funcionario ejecutor del fuerte endeudamiento de la era Cambiemos anunciara su dimisión. Fue una renuncia sorpresiva para el mercado, pero no para el Presidente.
Los Estados Unidos de Donald Trump querían apoyar a Macri para evitar el regreso de la Argentina a lo que ellos laman eje bolivariano-chino, pero el staff del FMI tampoco podía aceptar un nuevo acuerdo por 7.100 millones de dólares más que el fracasado tres meses antes por 50.000 millones sin ajustar las tuercas. “Pese al FMI, ‘Toto’ se puso a usar las reservas para que el dólar no pasara de 40 pesos y eso a Lagarde le cayó para el orto”, cuentan cerca del ex presidente del Central. “No se alineó, lo putearon, pero él pensaba que si el dólar se escapaba, todo el Gobierno se tenía que ir”, apunta otro de sus amigos.
De CEO a FMI. Y así es que el llamado gobierno de los CEOs ahora se parecerá más al gobierno del Fondo. Caputo era de la clase de ejecutivos exitosos del sector privado que Macri quería para tornar más eficiente la administración pública. Su salida y su reemplazo por un economista más afín a los tecnócratas de los organismos internacionales grafica el final de una experiencia que acabó en crisis. Ocurrió tres semanas después de la partida de Mario Quintana, ex dueño de Farmacity, de la vicejefatura de Gabinete y tres meses más tarde del despido de Juan José Aranguren, ex presidente de Shell Argentina -la empresa que más plata ganó en el país en 2016 y 2017, según la revista Mercado-, del Ministerio de Energía.
“Nunca antes se había usado como criterio de reclutamiento en todos los ministerios de un gobierno la experiencia como directivos y gerentes de empresas privadas, con la idea de que iban a generar la eficiencia que el Estado no tiene”, recordó este 27 de septiembre la socióloga Ana Castellani, investigadora del Conicet y la Universidad de San Martín, en una mesa redonda sobre “Poder político y poder empresarial. La influencia privada en el sector público”. “Macri reprodujo en el Gobierno el modelo de gerencia general de las grandes empresas con dos subgerentes -uno era Quintana y el otro, Gustavo Lopetegui, ex CEO de LAN rebajado a asesor presidencial- que cumplían un proceso de supervisión sobre los 22 ministros, pero cuando se baja eso a la política pública se encuentra con la conflictividad de este país y con problemas de coordinación, implementación y egos”, expuso Castellani, que además advirtió sobre tres peligros: los conflictos de interés sobre los sectores de donde provenían los ex ejecutivos, la “gran permeabilidad al lobby por su línea más directa a él” y la “captura cultural de la regulación pública”. Este esquema permanece, pero ahora ha quedado supeditado al programa con el FMI, según ha quedado sentenciado a partir del reemplazo de Caputo por Sandleris.
Novedad. El nuevo presidente del Central transcurrió casi toda su vida en la academia, fue profesor de la Universidad Di Tella, como Sturzenegger y su número dos en el Central, Lucas Llach, y sólo fue asesor en el gobierno de Fernando de la Rúa, subsecretario en el de María Eugenia Vidal y jefe de asesores y secretario de Política Económica con Dujovne. Pero antes de que le pidieran a Sandleris que asumiera al frente de la autoridad monetaria, Macri mandó a sondear otros nombres de mayor renombre. No se los contactó en forma directa, sino a través de conocidos en común. Otra vez sonaron Melconian, Prat-Gay y otro ex presidente del Banco Central, Mario Blejer, pero por lo menos a este último ni le llegaron noticias. Los tentados preguntaban: quién sería el ministro de Economía y qué margen de maniobra tendrían en el mercado cambiario. Les respondían: “Dujovne” y “poco margen”. Nadie aceptó más que Sandleris.
La nominación del nuevo presidente del banco se definió pocos días antes de la renuncia de Caputo. Sandleris, a su vez, convocó como vicepresidenta segunda a otra académica con la que fue compañero en la Universidad de Buenos Aires y en el gobierno de De la Rúa, Verónica Rappoport. Es doctora en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), como Sturzenegger, y llevaba siete años trabajando en la prestigiosa London School of Economics. Atrás quedaron sus años de secundaria en el Colegio Nacional Buenos Aires, cuando militaba en la agrupación Eva Perón y noviaba con el camporista Mariano Recalde.
Lo que Macri y Caputo discutieron fue cuándo anunciar la salida. El ex broker lo convenció de que era mejor anunciarla un día antes del acuerdo con el FMI. Así la mala noticia para el mercado iba a quedar superada por otra buena, a diferencia de lo que ocurrió con Sturzenegger, despedido una semana después del convenio de junio. De hecho, el riesgo país, que refleja la demanda de títulos públicos argentinos, pasó de subir con la retirada de Caputo a volver a bajar a 590 puntos. En cambio, el dólar escaló y escaló hasta 40,53 pesos al confirmarse la receta del Fondo, y no la de Caputo, para el mercado cambiario. El jefe de Estado quedó contento con el timing de la partida: “Otra vez, ‘Toto’ tenía razón”.
Huida. Caputo quería irse desde hace tiempo, según reconocen sus amigos. Cuando recrudeció el escándalo de los Paradise Papers sobre su sociedad, en febrero pasado, comenzó a sufrir por su exposición pública, sobre todo su familia. Incluso su esposa, Ximena Ruiz Hanglin, estaba imputada por compras de dólar futuro, aunque después fue sobreseída. Ahora diputados K piden a la Justicia que le prohíban salir al exterior. Pero Macri lo respaldaba porque era el hombre que conocía los entresijos de los mercados internacionales y le conseguía el endeudamiento. Además, es el primo de su hermano del alma y consejero, Nicolás Caputo. Nunca quedó claro si además “Toto” administraba fondos de la familia Macri antes de llegar a funcionario. Pero tanto sus amigos como el ala política del PRO niegan que el Presidente fuera íntimo del saliente presidente del Central sino que estrecharon relación en el gobierno nacional. “’Toto’ llegó al Gobierno porque lo trajo Alfonso (Prat-Gay), pero después se pelearon porque Alfonso quería que se fuese con él (en diciembre de 2016). ‘Toto’ no estaba atado a la silla, no tenía ambición de poder, pero se quedó para ayudar a seguir desactivando bombas”, comentan en su entorno. No comparten lo mismo los economistas críticos de la política de endeudamiento.
“A Caputo no le cayó bien la exposición pública”, cuentan en el ala política del partido amarillo. “Macri lo tuvo que presionar para que aceptara ser ministro de Finanzas. Caputo no tenía esa vocación, quería irse con Alfonso. Son tipos que no vienen de toda una vida política, no están acostumbrados a ser mirados desde afuera, sabiendo que necesitan ganar elecciones. Al final de cuentas, no era el mejor equipo de los últimos 50 años, ni Caputo era Messi. Pero Macri no quería largar a nadie, le dolió sacrificar a Quintana y Lopetegui, pero eran ellos o su pollo (por Peña). Hace un mes, Caputo estaba fuerte y Dujovne se iba. Ahora es al revés. A Dujovne lo abolló la denuncia de que blanqueó plata, pero le gusta más la exposición, ya estaba en televisión antes de entrar al Gobierno, ya había hecho política”, completa el análisis uno de los popes de Cambiemos. “Tiene más sed de poder”, admite un economista cercano al ministro de Hacienda.
Amigos. Uno de los amigos más estrechos de Caputo niega que la exposición pública haya determinado la salida: “A todo el mundo le jode, incluso a los políticos, pero no renunció por eso. Acá el problema fue que el perfil de economista del FMI es más parecido al tradicional como Federico (Sturzenegger) y Dujovne, y no a uno como ‘Toto’, que no tiene nada que ver con el modelo econométrico sino que toda su vida ‘tradeó’ bonos y monedas. No era lo que los tipos del FMI querían. Ellos querían que el precio del dólar fuera fijado por el mercado, pero el dólar subió de 20 a 40 en cinco meses. Caputo intervino más de lo que el FMI quería. No lo echó el Fondo, pero el Fondo no lo quería. Caputo había sido el tipo más importante del gobierno de Macri en los primeros dos años, cuando le conseguía a tasa razonable los 40.000 millones de dólares anuales que necesitaba para cubrir el déficit fiscal, pero ahora ya no lo necesitaba más para eso porque el financiamiento depende del FMI. Sólo fue al Central porque había que cubrir el bache de Sturzenegger, pero no era lo suyo”.
Ya forman parte del pasado las amenazas de Dujovne de que renunciaría al terminar la negociación del segundo pacto con el FMI, este 27 de septiembre. Ahora él encarna el ala del oficialismo comprometida con el ajuste impuesto por el Fondo. Cuenta para ello con el respaldo de Lagarde, Macri y Peña, y ahora también con la fidelidad del nuevo presidente del Central. Ni el Gobierno ni el FMI se preocupan más por la independencia de la autoridad monetaria, que aún sigue desvelando a algunos analistas y operadores de los mercados internacionales. Esta ala recibe las advertencias de la otra preocupada por la crisis social, que se agrava sobre la base de despidos cada vez más frecuentes en empresas, el deterioro del poder de compra y la caída del consumo interno. En esta última se inscriben el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. “Hay un gobierno partido”, reconoce uno de los protagonistas. Por impulso de Vidal y la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, Macri y Peña participaron de una reunión a principios de septiembre con iglesias evangélicas para pedirles contención social. Un mes antes se habían enfrentado por la legalización del aborto. Lo mismo ocurre con la Iglesia.
“Hoy tenés un programa económico muy dictado por el FMI, con poca autonomía, sin política monetaria, que no deja a todos conformes en Cambiemos, pero tenés un gabinete más homogéneo, alineado con el Fondo”, analiza un economista cercano a Dujovne. “El mejor gabinete de los últimos 50 años se fue degradando”, agregan asesores de Cambiemos. “Quedan los Faurie, los Aguad, los (Jorge) Triaca. No queda recambio. ¿Quién te va a agarrar un cargo? Por eso siguen Dujovne y tantos otros. La crisis no terminó, como dijo Financial Times. Si todo sale bien, llegamos a 2019, pero sin tirar manteca al techo”, admiten en el oficialismo. Advierten que cada trimestre el FMI volverá a controlar las variables para definir si continúan los desembolsos.
El 10 de diciembre de 2015, el Gobierno se planteó restaurar el peso como moneda de ahorro y reserva de valor. Fracasó. Aspiraba a terminar el mandato en 2019 con un dígito anual de inflación. Hoy esa expectativa tiene un piso de 45% en 2018 y 25/30% en 2019. Cristina Kirchner se fue con un nivel inflacionario similar. Otra cara de ese fracaso es el constante y elevado atesoramiento minorista en dólares. Los ahorristas tienen tranquilidad con los dólares debajo del colchón o en el exterior. En 2016 se fugaron más de 12.000 millones de dólares. En 2017, 18.000 millones y en lo que va de 2018, la misma cifra. ¿Seguirá la desconfianza?
Muchos radicales ya pegaron el portazo , otros lo haran pronto , Carrio esta tomando carrera , nadei quiere agarrar la papa caliente ....se quedan solos muy pronto .....pobre Mauri , al final Franco tenia razon ....