EE.UU. lidera la nueva revolución industrial
La nueva revolución industrial implica la digitalización completa de la manufactura; y se potencia en EE.UU. por la doble condición característica de la civilización estadounidense: es el núcleo de la innovación tecnológica del capitalismo -el país frontera del sistema, como lo ha sido en los últimos 150 años-; y es la cuna del sector decisivo de las empresas transnacionales (ETN’s), incluyendo la totalidad de las compañías de alta tecnología (Apple, Cisco, Microsoft, Amazon, entre otras). Así, 42% de las 88.000 ETN’s son norteamericanas; y éstas constituyen, junto con el 20% europeas, y el 25% de Asia y América Latina, el “sistema integrado transnacional de producción”, que es la estructura productiva del sistema capitalista en el siglo XXI.
Por eso, la economía norteamericana, y en especial el sector manufacturero, es inseparable de su proyección transnacional; y el crecimiento afuera de las ETN’s estadounidenses, es también su expansión adentro, sobre todo en la materia decisiva del incremento de la productividad.
Recíprocamente, el auge de la productividad doméstica, acelerada por la nueva revolución industrial, se manifiesta (es la causa efectiva) en la creciente presencia de las ETN’s norteamericanas en el mercado mundial.
Es lo que les permite mejorar su competitividad y ampliar las ganancias de mercado.
La primera regla de la transnacionalización productiva estadounidense es la siguiente: las ventas de las filiales de las ETN’s en el exterior son 4 veces superiores al nivel de las exportaciones realizadas desde territorio continental. Peterson Institute calcula que cada 10% de crecimiento de la producción de las ETN’s estadounidenses en el exterior, aumenta 6,2% el gasto doméstico en investigación y desarrollo (I&D), e incrementa la productividad de todos los factores (PTF) en un porcentaje superior.
La relación entre alza de la producción afuera y auge de la productividad adentro, abarca incluso el aumento de la fuerza laboral. Entre 1999 y 2009, el empleo de las ETN’s en el exterior aumentó 2,9 millones, mientras que disminuyó en 864.600 en el mercado doméstico.
Lo más importante de la nueva revolución industrial no es la disminución de la fuerza de trabajo, sino la creciente carencia de mano de obra suficientemente calificada que experimenta. Esta divergencia creciente implica que la disparidad será cada vez mayor a medida que se acelere la nueva revolución industrial. Aquí se encuentra la razón de fondo del aumento incesante de la desigualdad en los ingresos que experimenta hoy la sociedad estadounidense, y que pone en crisis el “sueño americano” de un mundo sin límites de oportunidades.
La manufactura ocupaba 28,4% de la fuerza de trabajo en 1960; y ha caído ahora a 8,8%. Entre 2000 y 2011, los empleos industriales declinaron de 17,3 millones a 11,6 millones (- 30%); y correlativamente, sólo que con sentido inverso, la productividad se expandió 4% por año (+ 1,6% anual en el conjunto de la economía). El canal que transforma lo imposible en posible en EE.UU. son las ETN’s, organizadas en el supercapitalismo del sistema integrado global de producción.
Su norma directiva es que las pautas de producción, innovación y calificación (reglas de competencia) son las mismas para todos los anillos de la cadena. Por eso, los sectores rezagados se ven forzados a converger hacia los más avanzados (convergencia estructural), o de lo contrario desaparecen del mercado.
En el marco de la nueva revolución industrial, el desarrollo capitalista esun gigantesco proceso de integración, cada vez más acelerado, en el que el punto hacia el que se orientan todos los actores es una frontera siempre móvil, en continua reinvención.
Esta tarea histórica (fijar una frontera en continuo movimiento) una vez más es un privilegio norteamericano, “(…) el país del mundo donde el futuro llega primero” (Tocqueville).
La nueva revolución industrial implica la digitalización completa de la manufactura; y se potencia en EE.UU. por la doble condición característica de la civilización estadounidense: es el núcleo de la innovación tecnológica del capitalismo -el país frontera del sistema, como lo ha sido en los últimos 150 años-; y es la cuna del sector decisivo de las empresas transnacionales (ETN’s), incluyendo la totalidad de las compañías de alta tecnología (Apple, Cisco, Microsoft, Amazon, entre otras). Así, 42% de las 88.000 ETN’s son norteamericanas; y éstas constituyen, junto con el 20% europeas, y el 25% de Asia y América Latina, el “sistema integrado transnacional de producción”, que es la estructura productiva del sistema capitalista en el siglo XXI.
Por eso, la economía norteamericana, y en especial el sector manufacturero, es inseparable de su proyección transnacional; y el crecimiento afuera de las ETN’s estadounidenses, es también su expansión adentro, sobre todo en la materia decisiva del incremento de la productividad.
Recíprocamente, el auge de la productividad doméstica, acelerada por la nueva revolución industrial, se manifiesta (es la causa efectiva) en la creciente presencia de las ETN’s norteamericanas en el mercado mundial.
Es lo que les permite mejorar su competitividad y ampliar las ganancias de mercado.
La primera regla de la transnacionalización productiva estadounidense es la siguiente: las ventas de las filiales de las ETN’s en el exterior son 4 veces superiores al nivel de las exportaciones realizadas desde territorio continental. Peterson Institute calcula que cada 10% de crecimiento de la producción de las ETN’s estadounidenses en el exterior, aumenta 6,2% el gasto doméstico en investigación y desarrollo (I&D), e incrementa la productividad de todos los factores (PTF) en un porcentaje superior.
La relación entre alza de la producción afuera y auge de la productividad adentro, abarca incluso el aumento de la fuerza laboral. Entre 1999 y 2009, el empleo de las ETN’s en el exterior aumentó 2,9 millones, mientras que disminuyó en 864.600 en el mercado doméstico.
Lo más importante de la nueva revolución industrial no es la disminución de la fuerza de trabajo, sino la creciente carencia de mano de obra suficientemente calificada que experimenta. Esta divergencia creciente implica que la disparidad será cada vez mayor a medida que se acelere la nueva revolución industrial. Aquí se encuentra la razón de fondo del aumento incesante de la desigualdad en los ingresos que experimenta hoy la sociedad estadounidense, y que pone en crisis el “sueño americano” de un mundo sin límites de oportunidades.
La manufactura ocupaba 28,4% de la fuerza de trabajo en 1960; y ha caído ahora a 8,8%. Entre 2000 y 2011, los empleos industriales declinaron de 17,3 millones a 11,6 millones (- 30%); y correlativamente, sólo que con sentido inverso, la productividad se expandió 4% por año (+ 1,6% anual en el conjunto de la economía). El canal que transforma lo imposible en posible en EE.UU. son las ETN’s, organizadas en el supercapitalismo del sistema integrado global de producción.
Su norma directiva es que las pautas de producción, innovación y calificación (reglas de competencia) son las mismas para todos los anillos de la cadena. Por eso, los sectores rezagados se ven forzados a converger hacia los más avanzados (convergencia estructural), o de lo contrario desaparecen del mercado.
En el marco de la nueva revolución industrial, el desarrollo capitalista esun gigantesco proceso de integración, cada vez más acelerado, en el que el punto hacia el que se orientan todos los actores es una frontera siempre móvil, en continua reinvención.
Esta tarea histórica (fijar una frontera en continuo movimiento) una vez más es un privilegio norteamericano, “(…) el país del mundo donde el futuro llega primero” (Tocqueville).