Miren lo que piensa un verdadero zurdo y no los relatores.
La cuarta idea que yo comparto junto a muchos economistas es la de una “década repetida”: reprodujo los desequilibrios estructurales del capitalismo dependiente argentino en todos los planos. En una política impositiva regresiva, en el pago de una deuda externa que terminó descapitalizando el país, en un afianzamiento de la primarización sojera, el extractivismo minero y petrolero, la perpetuación de una estructura industrial concentrada y muy desequilibrada y un sistema financiero que bloquea la inversión. No se modificaron los pilares de la desigualdad social que rige en Argentina.
—En esta idea de la “década repetida” usted enfatiza las continuidades con respecto al período neoliberal, ¿encuentra rupturas?
—Creo que hubo un intento de llevar adelante un modelo neodesarrollista distinto del modelo económico neoliberal. No fue una política de privatizaciones, apertura comercial y flexibilización laboral como en los 90. Hubo un modelo que intentó una mayor regulación económica desde el Estado y una política de expansión de la demanda y fomento del consumo. El tema es que este intento falló, duró pocos años. El conflicto con el campo dividió aguas. Ahí se acabó el intento de poner en pie una estrategia neodesarrollista, que requería mayor firmeza en la captación estatal de la renta sojera, la reintroducción de un monopolio estatal del comercio exterior como una medida clave, dejar de subsidiar a una burguesía argentina que remarca precios, hace especulaciones cambiarias y coloca fondos en el exterior y no invierte.
— A partir del conflicto por la resolución 125 el kirchnerismo generó una épica del “Estado contra las corporaciones”, ¿cómo visualiza la relación compleja entre Estado y los grupos económicos dominantes, que de hecho tuvieron una gran rentabilidad en el período?
—Efectivamente, hubo una disputa fuerte con muchos sectores concentrados. Pero las disputas con los grupos dominantes son usuales, no son una peculiaridad de este período. En general se acrecientan cuando las tasas de ganancia comienzan a declinar. Por eso, mientras la economía atravesó un período floreciente las disputas con los grupos económicos fueron muy limitadas. Aparecieron cuando la torta comenzó a achicarse y hubo que tomar decisiones sobre qué hacer con esa torta. Evidentemente hubo conflictos, pero el kirchnerismo se caracterizó por hacer una presentación declamatoria de esas disputas que no estaban a tono con la realidad de lo que sucedía. Un ejemplo es el desendeudamiento: el kirchnerismo lo presentó como una política de emancipación nacional. Pero si vemos cuidadosamente, después del canje hubo una política de pagador serial que se hizo a costa de las reservas. Estamos en las vísperas de un proceso inminente de reendeudamiento. El resultado es que estamos en el mismo punto de partida del cual salimos.
—Siguiendo con la cuestión del frente externo, en estos últimos doce años Argentina avanzó en relaciones estratégicas con China, Rusia y otros países, ¿Cuál es el balance de la política exterior en materia económica?
—El gobierno diversificó sus exportaciones, como lo han hecho todos los gobiernos anteriores. Videla exportaba a la Unión Soviética y eso suscitó conflictos con Estados Unidos. El comercio con China no es una peculiaridad argentina, no hay ningún país latinoamericano que no tenga una relación privilegiada en materia de exportaciones con China. El problema es cómo se encararon esas ventas externas: se acentuaron la primarización y el extractivismo. Hoy Argentina le vende a China un producto hiperbásico como la soja —ni siquiera es un producto medianamente elaborado de la cadena agroindustrial— e importa vagones del ferrocarril, que antes se hacían en el país. Es una relación completamente adversa para un proceso de industrialización del país. El gobierno no ha aprovechado el desahogo externo que implicó tener varios años de un precio internacional muy favorable de las exportaciones para avanzar en un proyecto de integración latinoamericana en serio. Por ejemplo, promoviendo una negociación colectiva de toda la Celac con China, y no de cada país por separado, como está ocurriendo.
—¿Había condiciones para tomar otras políticas?
—Siempre hay alternativas. Justamente, tuvimos en los últimos años condiciones muy favorables, no sólo por el desahogo en materia de los precios de las exportaciones, sino que hubo condiciones muy interesantes en América latina, especialmente a partir de la autonomía que logró la región con los procesos en Venezuela y Bolivia para desenvolver una política de ruptura más categórica con los centros imperiales, cosa que no se hizo.
Pueden ver la nota completa en el diario Capitalista, la Capital de Rosario.