ring, ring, teléfono para la Secretaría de Comercio que dirige Mr Braun y su Sub Secretario de Comercio Interior Mr Tizado.
Editorial del Diario La Nación aparecido en el día de la fecha
Para volver a los valores históricos de consumo, retribuir el esfuerzo de los productores y fomentar la exportación, urge revisar el proceso de intermediación
Los insondables misterios que rigen la comercialización de muchos productos de la canasta familiar preocupan cada vez más a los argentinos. El de la conformación del precio de la carne ocupa un sitial relevante, particularmente en estos días en que se confirmó que el consumo de carne vacuna cayó al nivel más bajo en cuatro años con una importante migración hacia cortes más económicos.
La caída del stock ganadero y la consiguiente disminución de la oferta han incidido en el precio de la carne. Las nefastas políticas que impulsó el gobierno anterior, de la mano de Guillermo Moreno, en relación con el sector, con restricciones a la exportación y prohibiciones de faena, entre tantas otras, redujeron sensiblemente nuestra existencia ganadera. De 60 millones de cabezas, en 10 años pasamos a los 50 millones actuales merced a una forzada liquidación de vientres. La oferta es, pues, menor.
Sabido es que el precio del kilo vivo en el Mercado de Liniers, uno de los mercados más transparentes del mundo, que promedia actualmente $ 28/30 el kilo, contrasta fuertemente con el de un corte de carne de mostrador en la ciudad de Buenos Aires, que supera en promedio los $ 120 con variaciones adicionales según los cortes y los barrios. Es decir, su valor se multiplica por cuatro.
Para comenzar a entender los mecanismos que producen esta diferencia hay que recordar que los ganaderos no fijan el precio de sus novillos gordos, sino que es la oferta y la demanda la que lo termina fijando, mientras que el resto de la cadena comercial, hasta llegar al consumidor en las carnicerías, sí tiene la posibilidad de poner el precio a su producto. Hay también una cuestión de tiempos que vale la pena consignar. Un criador enfrenta durante nueve meses con sus vacas la gestación de un ternero, luego seis meses de alimentación hasta que logra destetarlo, a lo que hay que agregar por lo menos de cuatro a ocho meses más de la recría y el engorde, ya sea en base a feed lot o a pasto.
En cambio, si bien afronta los costos de una actividad más intensiva en mano de obra, el frigorífico hace la matanza en un solo día convirtiendo un novillo de 450 kilos de peso vivo en dos medias reses de 135 kilos cada una. Por esta tarea se cobra con el "pseudodesperdicio", que es cuero, grasa, sangre, hueso, pezuñas y entrañas, equivalente al 40% del peso del animal vivo, todo lo cual es comercializado por el frigorífico.
Siguiendo el ejemplo, ya quedan 270 kilos de carne para la venta. En esta instancia, si no fuese suficiente compensación el "pseudodesperdicio", el valor de la carne de la media res no debería exceder los $ 50 el kilo.
Es cierto que hay que sumar también a la tarea de matanza que hace el frigorífico, sea para sí, o para el matarife que se la encomienda, la cadena de frío, y los costos de flete tanto desde Liniers hasta el frigorífico como desde allí hasta la carnicería.
Podría discutirse si se agregó valor, o si simplemente se transportó y se acondicionó la mercadería para la venta final de la carne. Finalmente podemos agregar la labor de desposte del carnicero, que separa de la media res el corte pedido por el cliente.
A simple vista, podemos concluir que hay un lucro en la cadena de intermediación que supera lo razonable. Cuando consideramos los cortes que llegan a las cadenas de supermercados, si las reses se compraron directamente en Liniers y se faenó en frigorífico, el faltante eslabón en la cadena de comercialización no justifica el alza desmedida del precio.
Al misterio de la multiplicación por cuatro del único valor cierto, el del precio por kilo en Liniers, se suma también extrañamente que una baja del precio de la carne en ese mercado no se refleja en el precio de mostrador del carnicero y que, en ocasiones, hasta repercute como aumento.
Se advierte, pues, una ganancia claramente desmedida en la intermediación con dos actores injustamente perjudicados: el productor y el consumidor. En nuestro país, de tan larga tradición ganadera, algo hay que hacer al respecto si se desea recuperar valores históricos de consumo de carne per cápita y, a la vez, retribuir el esfuerzo del productor y fomentar la exportación revitalizando la industria frigorífica. No parece una tarea imposible de lograr.
http://www.lanacion.com.ar/1903246-el-precio-de-la-carne
Editorial del Diario La Nación aparecido en el día de la fecha
Para volver a los valores históricos de consumo, retribuir el esfuerzo de los productores y fomentar la exportación, urge revisar el proceso de intermediación
Los insondables misterios que rigen la comercialización de muchos productos de la canasta familiar preocupan cada vez más a los argentinos. El de la conformación del precio de la carne ocupa un sitial relevante, particularmente en estos días en que se confirmó que el consumo de carne vacuna cayó al nivel más bajo en cuatro años con una importante migración hacia cortes más económicos.
La caída del stock ganadero y la consiguiente disminución de la oferta han incidido en el precio de la carne. Las nefastas políticas que impulsó el gobierno anterior, de la mano de Guillermo Moreno, en relación con el sector, con restricciones a la exportación y prohibiciones de faena, entre tantas otras, redujeron sensiblemente nuestra existencia ganadera. De 60 millones de cabezas, en 10 años pasamos a los 50 millones actuales merced a una forzada liquidación de vientres. La oferta es, pues, menor.
Sabido es que el precio del kilo vivo en el Mercado de Liniers, uno de los mercados más transparentes del mundo, que promedia actualmente $ 28/30 el kilo, contrasta fuertemente con el de un corte de carne de mostrador en la ciudad de Buenos Aires, que supera en promedio los $ 120 con variaciones adicionales según los cortes y los barrios. Es decir, su valor se multiplica por cuatro.
Para comenzar a entender los mecanismos que producen esta diferencia hay que recordar que los ganaderos no fijan el precio de sus novillos gordos, sino que es la oferta y la demanda la que lo termina fijando, mientras que el resto de la cadena comercial, hasta llegar al consumidor en las carnicerías, sí tiene la posibilidad de poner el precio a su producto. Hay también una cuestión de tiempos que vale la pena consignar. Un criador enfrenta durante nueve meses con sus vacas la gestación de un ternero, luego seis meses de alimentación hasta que logra destetarlo, a lo que hay que agregar por lo menos de cuatro a ocho meses más de la recría y el engorde, ya sea en base a feed lot o a pasto.
En cambio, si bien afronta los costos de una actividad más intensiva en mano de obra, el frigorífico hace la matanza en un solo día convirtiendo un novillo de 450 kilos de peso vivo en dos medias reses de 135 kilos cada una. Por esta tarea se cobra con el "pseudodesperdicio", que es cuero, grasa, sangre, hueso, pezuñas y entrañas, equivalente al 40% del peso del animal vivo, todo lo cual es comercializado por el frigorífico.
Siguiendo el ejemplo, ya quedan 270 kilos de carne para la venta. En esta instancia, si no fuese suficiente compensación el "pseudodesperdicio", el valor de la carne de la media res no debería exceder los $ 50 el kilo.
Es cierto que hay que sumar también a la tarea de matanza que hace el frigorífico, sea para sí, o para el matarife que se la encomienda, la cadena de frío, y los costos de flete tanto desde Liniers hasta el frigorífico como desde allí hasta la carnicería.
Podría discutirse si se agregó valor, o si simplemente se transportó y se acondicionó la mercadería para la venta final de la carne. Finalmente podemos agregar la labor de desposte del carnicero, que separa de la media res el corte pedido por el cliente.
A simple vista, podemos concluir que hay un lucro en la cadena de intermediación que supera lo razonable. Cuando consideramos los cortes que llegan a las cadenas de supermercados, si las reses se compraron directamente en Liniers y se faenó en frigorífico, el faltante eslabón en la cadena de comercialización no justifica el alza desmedida del precio.
Al misterio de la multiplicación por cuatro del único valor cierto, el del precio por kilo en Liniers, se suma también extrañamente que una baja del precio de la carne en ese mercado no se refleja en el precio de mostrador del carnicero y que, en ocasiones, hasta repercute como aumento.
Se advierte, pues, una ganancia claramente desmedida en la intermediación con dos actores injustamente perjudicados: el productor y el consumidor. En nuestro país, de tan larga tradición ganadera, algo hay que hacer al respecto si se desea recuperar valores históricos de consumo de carne per cápita y, a la vez, retribuir el esfuerzo del productor y fomentar la exportación revitalizando la industria frigorífica. No parece una tarea imposible de lograr.
http://www.lanacion.com.ar/1903246-el-precio-de-la-carne