Dedicado a mi amigo Aldo ...
Dos sacerdotes amigos deciden tomarse unas breves vacaciones en el Caribe. Al llegar allí, con la intención de pasar un auténtico período de descanso sin nada que los identifique en sus ropas, concurren a un negocio local y se compran shorts, remeras, sandalias, lentes de sol y colgantes típicos. Vestidos de esa forma, al día siguiente van a la playa y se echan en sus reposeras, cada uno con un daiquiri. Estando así ven que una rubia espectacular, con una bikini estrechísima, pasa caminando junto a ellos. Encan-tados, ambos la miran y no pueden evitar dedicarle una sonrisa. La rubia, al verlos, también les sonríe.
-Buen día, padre -le dice al primero-.
-Buen día, padre -le dice al segundo, y sigue su camino.
Los curas se levantan de un salto, se miran entre ellos extrañados, se palpan el cuello creyendo que quizá les haya quedado el crucifijo, pero no, sólo llevan los colgantes. Por la tarde vuelven al negocio y compran ropa caribeña y accesorios todavía más exóticos.
Al día siguiente, vuelven a la playa en sunga, pulseras y anteojos de sol de marcos estrellados. Y a los pocos minutos ven que se acerca la misma rubia, con una bikini todavía más provocativa. Al pasar junto a ellos se repite lo del día anterior.
-Buen día, padre -le dice al primero.
-Buen día, padre -le dice al segundo.
Entonces, sin poder aguantarse, uno de los sacerdotes se pone de pie y la llama a gritos:
-¡Señorita, venga por favor! Díganos una cosa... Sí, somos curas, y muy orgullosos de serlo. ¿Pero cómo se ha dado cuenta usted?
-Oh, padre -responde ella-. ¿No me reconoce? Soy la hermana Filomena.
Dos sacerdotes amigos deciden tomarse unas breves vacaciones en el Caribe. Al llegar allí, con la intención de pasar un auténtico período de descanso sin nada que los identifique en sus ropas, concurren a un negocio local y se compran shorts, remeras, sandalias, lentes de sol y colgantes típicos. Vestidos de esa forma, al día siguiente van a la playa y se echan en sus reposeras, cada uno con un daiquiri. Estando así ven que una rubia espectacular, con una bikini estrechísima, pasa caminando junto a ellos. Encan-tados, ambos la miran y no pueden evitar dedicarle una sonrisa. La rubia, al verlos, también les sonríe.
-Buen día, padre -le dice al primero-.
-Buen día, padre -le dice al segundo, y sigue su camino.
Los curas se levantan de un salto, se miran entre ellos extrañados, se palpan el cuello creyendo que quizá les haya quedado el crucifijo, pero no, sólo llevan los colgantes. Por la tarde vuelven al negocio y compran ropa caribeña y accesorios todavía más exóticos.
Al día siguiente, vuelven a la playa en sunga, pulseras y anteojos de sol de marcos estrellados. Y a los pocos minutos ven que se acerca la misma rubia, con una bikini todavía más provocativa. Al pasar junto a ellos se repite lo del día anterior.
-Buen día, padre -le dice al primero.
-Buen día, padre -le dice al segundo.
Entonces, sin poder aguantarse, uno de los sacerdotes se pone de pie y la llama a gritos:
-¡Señorita, venga por favor! Díganos una cosa... Sí, somos curas, y muy orgullosos de serlo. ¿Pero cómo se ha dado cuenta usted?
-Oh, padre -responde ella-. ¿No me reconoce? Soy la hermana Filomena.